Conferencia de Chapultepec

El Ciclo de Conferencias

Mayo de 1945

Los tres meses de marzo, abril y mayo de este año, marcan en el tiempo un momento de mayor significación en nuestra historia planetaria. Me refiero a la Luna llena de Pascua, celebrada el 28 de marzo, la Luna llena de Wesak, que este año cae el 27 de abril, y la Luna llena de junio –la excepcional oportunidad de Cristo, como se la ha denominado– que tiene lugar el 26 de mayo. Desde el punto de vista tanto de la Jerarquía como de la Humanidad, los acontecimientos de importancia espiritual y mundana, acaecidos durante estas semanas (enfocados por medio de estos tres festivales de las Lunas llenas de Aries, Tauro Géminis), serán de enorme efecto. Lo que realicen durante este tiempo los Miembros de la Jerarquía espiritual de nuestro planeta (Cuyo poder jerárquico, no Su amor, enfrenta una prueba importante), y lo que hagan los discípulos que hoy actúan en el mundo y también el nuevo grupo de servidores del mundo, puede determinar y determinará el destino del hombre durante los siglos venideros. Aún aquellos que no tienen ningún conocimiento de las cuestiones ocultistas ni del destino humano, o de la real facultad del libre albedrío humano (entendido esotéricamente) esperan ansiosamente ver qué sucederá y hacia qué meta o metas serán dirigidos el pensamiento y el planeamiento humanos.

Las masas humanas de todas partes sólo desean tranquilidad. No empleo la palabra “paz”, porque tiene un significado equívoco. Los hombres y mujeres reflexivos de todos los países, han determinado dar, si es posible, con intención masiva esos pasos que asegurarán la paz en la Tierra, mediante la expresión de la buena voluntad. Observen esta fraseología. Todos los discípulos activos del mundo luchan con los medios disponibles para difundir el evangelio del sacrificio, porque sólo sacrificando el egoísmo, puede fundarse sin peligro la estabilidad mundial. Estas palabras resumen el llamado que se hace a aquellos cuya responsabilidad es determinar la política (nacional o internacional) y dar esos pasos que establecerán rectas relaciones humanas. La Jerarquía permanece, no vigilando ni esperando, sino actuando hoy con la sabiduría impulsora y la intención fija, a fin de fortalecer las manos de Sus trabajadores en todos los campos de la actividad humana (político, educativo y religioso) para que puedan emprender la correcta acción e influir debidamente el pensamiento humano.

Una poderosa actividad de primer rayo –la actividad de voluntad o propósito– está entrando en acción. Cristo, como Guía de las Fuerzas de la Luz, ha concedido poder a los ashramas de los Maestros que pertenecen a este primer Rayo de Poder, a fin de fortalecer las manos de todos los discípulos en los campos gubernamental y político de cada nación; iluminar, si es posible, a los diferentes legisladores nacionales, cualquiera sea el medio necesario, para que el poder de su palabra, la sabiduría de su planeamiento y la amplitud de su pensamiento, sean tan efectivos que el “Ciclo de Conferencias y de Concilios”, que inician ahora los estadistas del mundo, pueda estar bajo la guía directa (también si es posible) de Aquellos que en la Cámara del Concilio de Shamballa conocen cuál es la voluntad de Dios. El egoísmo de las pequeñas mentes en las diferentes legislaturas del mundo debe ser contrarrestado de alguna manera. Tal es el problema. Me pregunto ¿pueden captar el significado de este acontecimiento? A través de las edades, los estadistas y los gobernantes individuales han respondido de vez en cuando a la influencia de ese Concilio supremo espiritual; pero ha sido la respuesta del discípulo individual que ha trabajado sólo y sin ayuda, y ha enfrentado (o experimentado) frecuentemente la derrota y quizás mucho más de lo que ha experimentado la victoria. En el planeamiento que está teniendo lugar ahora en conexión con las distintas conferencias y concilios internacionales que ya conocen, el esfuerzo espiritual (por primera vez en la historia humana) es poner a todos ellos, como grupos activos, bajo el impacto directo de la energía que motiva y actúa en ese lugar donde la Voluntad de Dios es conocida y los propósitos de la divinidad se definen y proyectan. Esto significa que cada una de las futuras conferencias mundiales (y habrá muchas) tendrá un efecto mayor y más extenso que de cualquier otra manera; sin embargo, significa que los riesgos involucrados y el choque de las mentes será también mucho mayor. Este punto deberían recordarlo al estudiar y leer los informes de las diversas conferencias.

No olviden que la energía divina debe hacer impacto en las mentes humanas, mentes que en su efecto conjunto son el único instrumento disponible por intermedio del cual la Voluntad de Dios puede expresarse; responden necesariamente a los resultados estimulantes y energetizantes de ese impacto, y esto evocará resultados adecuados al tipo de mente afectada. La respuesta será compatible con la cualidad y la intención de esas mentes. Allí donde la buena voluntad está presente y hay una intención altruista y un amplio punto de vista, esas cualidades serán fortalecidas y dotadas de poder; donde impera el egoísmo, donde el aislacionismo y la separatividad existen y donde hay la intención de alcanzar metas individuales y nacionales, en vez de esos propósitos internacionales que beneficiarán a toda la humanidad, esas cualidades adquirirán también mayor fortaleza.

Las conferencias importantes, pero preliminares, han tenido ya lugar, inaugurando así este nuevo ciclo de funcionamiento grupal. La Liga de las Naciones fue un esfuerzo abortado, bien intencionado, pero relativamente inútil, como lo demostraron los eventos posteriores. Una de estas conferencias iniciales se efectuó en Yalta. Allí, tres hombres, constituyendo un triángulo básico, se reunieron con buena voluntad hacia todos y se esforzaron por sentar la base para los futuros acontecimientos mundiales.

Todos los verdaderos movimientos que condicionan largos ciclos en los asuntos mundiales tienen en su centro un triángulo, por el cual puede afluir la energía y llevarse a cabo ciertos propósitos definidos. Poco se comprende todavía respecto a la naturaleza de la tarea que se debe realizar o el tipo característico de los hombres que trabajan en los grupos y Ashramas de primer rayo y en cuyas manos descansa, en cualquier momento dado, el destino político del hombre. Todo el tema del discipulado ha sido distorsionado por las definiciones teológicas, basadas en la dulzura del carácter que con frecuencia actúa singularmente a favor de la ineficacia. El largo ciclo de gobierno eclesiástico ha dado un sesgo partidista al pensamiento humano, de manera que la índole de la fortaleza y efectividad espiritual es interpretada en términos de religión, en la terminología eclesiástica (no digo del cristianismo), o en la fraseología de un marcado pacifismo o un control dominante, religioso, temporal. El largo régimen de las diferentes iglesias ha terminado. Esto debería ser captado. Han realizado su trabajo –en las primeras etapas fue muy bueno, en las etapas intermedias necesariamente de consolidación y, en la etapa moderna, un trabajo cristalizador y reaccionario. El gobierno de las iglesias ha pasado, pero no los preceptos del cristianismo o el ejemplo de Cristo. Sin embargo, Él es responsable de una presentación más nueva y efectiva de la religión mundial venidera, y las iglesias deberían prepararse para ello si tienen suficiente iluminación para reconocer su necesidad, y Su esfuerzo para satisfacer esa necesidad.

Hoy debe alcanzarse un equilibrio y éste tendrá lugar por intermedio de una conducción estatal iluminada y una actividad política, que estará acrecentadamente basada en bien de toda la humanidad y no en beneficio de cualquier nación en particular.

Este equilibrio no se expresará en términos religiosos ni en la así llamada terminología espiritual. Se expresará mediante el trabajo grupal, las conferencias, la unión de naciones, los partidos organizados y la legislación. Todo esto será el resultado de una intensa actividad de los Maestros y de sus discípulos de primer Rayo de Voluntad o Poder. La finalidad de su trabajo será expresar la voluntad al bien, pues ven al mundo con mayor amplitud. Quizás al no iniciado le parezca que actúan aislados y que las decisiones que proclaman al mundo son demasiado severas, provocando la irritabilidad de los de mente cerrada y de quienes interpretan la libertad en términos de su oscuro punto de vista individual. Sin embargo, trabajan bajo la dirección espiritual como cualquier guía religioso y esto será ampliamente reconocido. La historia justificará sus acciones, porque habrán dado una orientación a los asuntos mundiales y al pensamiento humano, cuyo resultado será una más clara percepción de la necesidad. Su actuación evocará la discusión y a menudo el desacuerdo, como sucedió con las decisiones del triángulo de trabajadores de Yalta. Pero debido a su modo de ser no se resienten por ello; saben que la discusión evocada y las críticas surgidas, revelarán la pequeñez y los instintos separativos inherentes en sus opositores y –al mismo tiempo– traerá la unión de quienes ven detrás de la actividad inicial aparentemente osada, un esfuerzo para precipitar con claridad los problemas que enfrenta la humanidad. La humanidad podrá así ser llevada a la comprensión. Estas cosas trató de realizarlas en Yalta, el triángulo. Quizás no lo reconocieron conscientemente como un trabajo que se les pidió hacer, debido a la etapa alcanzada en el discipulado, sino que actuaron automáticamente de este modo porque sintieron correctamente la necesidad humana. Estuvieron, y lo están, trabados por su propia humanidad que los predispone a cometer errores, pero se ven mucho más obstaculizados por el egoísmo humano, la codicia nacional y el bajo nivel general de la realización humana –considerando a la humanidad como un todo.

Habiendo aclarado las cuestiones tales como ellos las ven, y habiendo evocado el entusiasmo de los hombres de buena voluntad del mundo y la crítica violenta de quienes piensan en términos de partidismo, nacionalismo y prejuicio, el experimento de la Conferencia en la Ciudad de México fue emprendido con éxito. Se comprendió que los estadistas podían contar con que había cierta medida de unidad hemisférica y así sentarse los cimientos para la mucho más difícil Conferencia Internacional en San Francisco, en el momento del Wesak, la Luna llena de Buddha. No por nada esta Conferencia se celebra durante los cinco días de la Luna llena de Wesak. Será un momento de suprema dificultad, donde las Fuerzas de la Luz se enfrentarán con lo que denomino “las fuerzas del egoísmo y de la separatividad”.

AAB/DK. EJ.


El Problema de la Rehabilitación Psicológica

[de las Naciones Sudamericanas]

Octubre de 1944

El problema de las repúblicas sudamericanas es algo diferente. Su relación con la guerra más allá de sus fronteras ha sido relativamente escasa a excepción de Brasil que ha tomado parte activa de parte de las Fuerzas de la Luz, y de la Argentina que, a través de su gobierno, se puso de parte de las Fuerzas del Mal, y de este modo ofreció un centro al cual ellas pueden retirarse.

– AAB/DK. Los Problemas de la Humanidad, p. 15. (Edición original sin los cambios posteriores editada en inglés por AAB en 1947.)

[LAHR: Los países latinoamericanos se declararon neutrales al inicio de la guerra, que lentamente comenzó a llegar a estas costas e impactar en sociedades divididas en el apoyo a ambos bandos. Si bien el Maestro Tibetano enuncia el caso de Argentina como paradigmático del apoyo a las Naciones del Eje, hace una clara distinción entre su gente y su gobierno, con lo que la revisión histórica coincide.

“La neutralidad oficial durante la mayor parte de la contienda coexistió con la movilización activa de la sociedad, que tomó partido tempranamente y discutió intensamente la posición que le correspondía adoptar al país en esas circunstancias”, dijo a CNN María Inés Tato, doctora en historia y coordinadora del Grupo de Estudios Históricos sobre la Guerra en la Universidad de Buenos Aires, sobre la situación en Argentina.

México, aquí no considerado por pertenecer al bloque de la América del Norte, mantuvo también opinión dividida pero finalmente declaró la guerra a las Naciones del Eje el 22 de mayo de 1942 y participó activamente en combate, mientras que Brasil, en similares ambivalentes circunstancias, lo hizo el 22 de agosto de 1942.


Cartel creado durante la Segunda Guerra Mundial (1943), según la Declaración de las Naciones Unidas de 1942. El cartel presenta las banderas de los países o gobiernos en el exilio que se comprometieron a apoyar el esfuerzo aliado (comenzando desde la esquina superior izquierda y continuando en filas de izquierda a derecha: Haití, Noruega, Brasil, Estados Unidos, Cuba, República Dominicana, Reino Unido, Grecia, Guatemala [detrás de la bandera británica], Sudáfrica, Checoslovaquia, China, Etiopía, Luxemburgo, Canadá, Unión Soviética, Bélgica, Bolivia, Yugoslavia, Honduras, Panamá, Irak, India, Costa Rica, El Salvador, Australia, Filipinas, Polonia, México, los Países Bajos y Nueva Zelanda) por encima de la maquinaria de guerra en curso que representaban las Naciones Unidas. La ausencia de la bandera de Francia Libre es inusual. Este cartel es importante porque representa los orígenes de las Naciones Unidas como una alianza en tiempos de guerra (antes de que fuera una organización concreta).

Bernal, A. (1942). Como Un Solo Hombre. (As One Man). México.

La etapa de egoísmo nacional debe desaparecer gradualmente

Enero de 1945

La etapa del egoísmo nacional y de la determinación fija de preservar la integridad física nacional –interpretadas con frecuencia en términos de fronteras y expansión comercial– ha de desaparecer finalmente.

Las naciones deben llegar a una comprensión más benéfica y considerar que su cultura y recursos nacionales, más su capacidad de servir al género humano, son contribuciones que deben hacer en bien de la totalidad. La importancia dada a las posesiones materiales ya los extensos territorios, no indican madurez; luchar para conservarlos o expandirlos, son signos de inmadurez, propios del adolescente. El género humano recién ahora está creciendo, y la humanidad está demostrando un mayor sentido de responsabilidad, capacidad para resolver sus propios problemas y pensar en términos más amplios. La última guerra mundial fue sintomática de la inmadurez, del pensar adolescente, de las emociones incontroladas infantiles y de los reclamos (por parte de las naciones antisociales) de lo que no les pertenece, como infantes que siempre piden más.

El intenso aislamiento y la política de no intervención de ciertos grupos en los Estados Unidos, la demanda por una Australia y Sudáfrica blancas, el lema “América para los americanos”, el imperialismo británico y los insistentes reclamos de Francia por ser reconocida, son otros ejemplos. Todo indica incapacidad de pensar en términos más amplios, expresa irresponsabilidad mundial y pone de manifiesto el infantilismo de la raza, incapaz de captar la amplitud del todo, del cual cada nación forma parte.

– AAB/DK. Los Problemas de la Humanidad, p. 35. (Edición original de 1947.)

[N. Ed. – Aunque los Estados Unidos Mexicanos no son mencionados explícitamente, parecieran haber quedado englobados, por su pertenencia al bloque de la América del Norte, en “los ciertos grupos en los Estados Unidos” practicantes de “la política de ‘no intervención’”, en México conocida como la línea diplomática de neutralidad de la Doctrina Estrada.]


La Conferencia Interamericana sobre Problemas de la Guerra y de la Paz

Se ha llamado Conferencia de Chapultepec por haberse reunido en el castillo de ese nombre, en la Ciudad de México, del 21 de febrero al 8 de marzo de 1945, período durante el cual aconteció el Plenilunio de Piscis.

El Castillo de Chapultepec, sede de la Conferencia de Chapultepec.

Fue una Conferencia Interamericana de índole extraordinaria convocada por México en momentos en que la Segunda Guerra Mundial se acercaba a su fin con el seguro triunfo de las fuerzas aliadas encabezadas por Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Soviética: su programa y reglamento fueron elaborados por dicho gobierno y no por la Unión Panamericana, y tuvo por finalidad proporcionar a los gobiernos de las repúblicas americanas, que formaban parte del grupo de Naciones Unidas y Asociadas, la oportunidad de considerar conjuntamente “la forma de intensificar su colaboración así como la participación de América en la futura Organización Mundial y el impulso que debería darse tanto al sistema interamericano como a la solidaridad económica del continente”.

Para el gobierno mexicano, encabezado por Manuel Ávila Camacho, el evento fue muy importante, para promover su posición frente a Estados Unidos como interlocutor con América Latina y como promotor del panamericanismo.

La república de Argentina no asistió a la reunión, con motivo de sus diferencias con los Estados Unidos sobre la cuestión de la ruptura de relaciones diplomáticas con las potencias del Eje. Esa ausencia de una nación tan importante en la comunidad continental y la circunstancia de haberse reunido la conferencia por iniciativa de un país americano y no del conjunto de ellos, podría privarla de su carácter panamericano si sus resultados no hubieran tenido la trascendencia que revistieron. 

En efecto: allí se firmo el Acta de Chapultepec, que es un documento básico para la solidaridad americana contra la agresión; se consagraron innovaciones notables en cuanto a la estructura de la organización panamericana, y se adoptaron providencias para la preparación de iniciativas importantísimas, que posteriormente fueron consideradas y adoptadas por la Conferencia Panamericana de Bogotá.

Como resultado de la Conferencia además de firmarse el Acta de Chapultepec, se firmaron otros documentos como la Carta Económica de las Américas y la Declaración de México. Estos documentos estuvieron orientados a la creación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) en 1947 y de la Organización de Estados Americanos (OEA) en 1948.

En el contexto de la temprana Guerra Fría, la Conferencia de Chapultepec se considera importante porque durante sus sesiones surgieron marcados desacuerdos sobre cómo se reorganizaría la economía latinoamericana una vez que terminara la Segunda Guerra Mundial.

Los jefes de las delegaciones a la Conferencia de Chapultepec.

La Conferencia de Chapultepec y los Derechos Humanos

Hacia el final de la Segunda Guerra Mundial comenzó a emerger un consenso de que los derechos humanos y la democracia iban a ser una parte esencial del orden de posguerra. Este consenso era particularmente amplio en Latinoamérica, donde una ola de democratización sin precedentes había tenido lugar a mediados de 1940, llevando al poder a diversos gobiernos de centro-izquierda fuertemente apoyados por los sindicatos. La mayoría de académicos conocen bien las iniciativas emprendidas por los aliados durante la guerra para acentuar la importancia de los derechos humanos: en particular, el discurso de Roosevelt sobre las “Cuatro Libertades” y la inclusión del lenguaje de derechos humanos en la Carta del Atlántico. Pero se conoce muchos menos el importante papel que las delegaciones y ONG latinoamericanas desempeñaron en promover la idea de derechos humanos internacionales, primero en el encuentro de San Francisco donde la Carta de las Naciones Unidas fue redactada, y después en la redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Las versiones estadounidenses iniciales de la Carta no contenían ninguna referencia a los derechos humanos, mientras las propuestas que surgieron del encuentro en Dumbarton Oaks de los “Cuatro Grandes” –República de China, Unión Soviética, Reino Unidos y Estados Unidos– para preparar la Conferencia de San Francisco solo incluían una referencia a los derechos humanos.

Que las grandes potencias no incluyesen el lenguaje de los derechos humanos en la propuesta de Dumbarton Oaks movilizó a la comunidad de organizaciones no gubernamentales y a un grupo de naciones menos poderosas, particularmente de América Latina, pero también a Nueva Zelanda y Australia. Los países latinoamericanos se sintieron traicionados, tanto por no haber participado en la discusión sobre una organización de posguerra de Dumbarton Oaks, como también porque la propuesta de Dumbarton Oaks no incorporaba diversos ideales que apoyaban, incluyendo los derechos humanos.

Para defender sus intereses y formular una política colectiva, los países latinoamericanos convocaron una reunión extraordinaria en el Castillo de Chapultepec en la Ciudad de México en febrero de 1945, la Conferencia Interamericana sobre Problemas de la Guerra y de la Paz, que finalizó justo unas semanas antes de la apertura de la Conferencia de San Francisco. Los delegados en la reunión plantearon una serie de cuestiones importantes sobre el dominio de las grandes potencias; la importancia del derecho internacional, acuerdos regionales para la seguridad y problemas económicos y sociales. Los temas de derechos humanos ocuparon un lugar destacado en las intervenciones y resoluciones.

En la Conferencia en la Ciudad de México de 1945, muchos Estados latinoamericanos afirmaron que la Segunda Guerra Mundial había creado una demanda mundial de que los derechos fuesen reconocidos y protegidos a nivel internacional. En un encuentro previo en la Federación Interamericana de Abogados en la Ciudad de México en 1944, las resoluciones también habían enfatizado la “necesidad” de una Declaración de los Derechos del Hombre, y la importancia de mecanismos y procedimientos internacionales para poner en práctica los principios de la declaración. Motivados por estas consideraciones, los delegados en la Ciudad de México encomendaron al Comité Jurídico Interamericano un anteproyecto de declaración de los derechos y deberes del hombre.

Las delegaciones latinoamericanas, especialmente Uruguay, Panamá y México, argumentaron a favor de la protección internacional de derechos en la Conferencia de San Francisco de 1945. Fueron respaldados por una serie de ONG (basadas en EE.UU.) también presentes. Veinte de los cincuenta Estados presentes en la Conferencia de San Francisco eran países latinoamericanos. Puesto que en este momento histórico muchos países democráticos de Latinoamérica compartían una visión del mundo, se convirtieron en el bloque de votación más importante en San Francisco. El gobierno británico consideró a este bloque latinoamericano responsable de cambiar la posición del gobierno estadounidense respecto a los derechos humanos en San Francisco. Fueron capaces de hacer esto en parte porque apoyaban y reforzaban una posición ya mantenida por una facción minoritaria del gobierno estadounidense que había perdido influencia en la redacción de la propuesta de Dumbarton Oaks. Pero sin el protagonismo latinoamericano es poco probable que la Carta hubiese incluido referencias a los derechos humanos.


[LAHR] La Conferencia de Chapultepec demostró solo una cierta unidad hemisférica, indicada por un lado a través de la inicial falta de participación de la Argentina resuelta con su inclusión final y la oportunidad de su firma en los acuerdos finales, y por otro con la terminación práctica del ideal panamericano secundado por Roosevelt y su política del Buen Vecino, con los ajustes solicitados por los EEUU (a través del gobierno de Truman) a las naciones latinoamericanas en materia económica y la vuelta de la Doctrina Monroe interpretada en su beneficio. A pesar de ello, fue un rotundo éxito por la participación efectiva que tuvo Latinoamerica en materia de Derechos Humanos en la inmediata posterior Conferencia de San Francisco con miras en la creación de las Naciones Unidas y, aunque no se logró la participación de México y Brasil en el Consejo de Seguridad como había sido discutido, debido a los acuerdos de Yalta, el importante contrapeso que se logró en las negociaciones en la creación del Consejo de Seguridad.


México firmando la Carta de las Naciones Unidas en San Francisco en 1945.

Negociaciones en la creación del Consejo de Seguridad

En agosto de 1945 acabó la Segunda Guerra Mundial y los países aliados dieron vida a la Organización de las Naciones Unidas en las deliberaciones en San Francisco. En ellas se aprobó, no sin ríspidas discusiones, el texto de la Carta que en lo sustantivo reflejó las preferencias de las potencias vencedoras pactadas previamente en los documentos de Dumbarton Oaks. La idea era crear una organización en la cual la unanimidad de los vencedores fuese la base del sistema de seguridad colectiva, capaz de prevenir otra guerra mundial. Este conjunto de propuestas sirvió de borrador para una cincuentena de países durante las discusiones que tuvieron lugar los días finales de la guerra en el Pacífico. Las inconformidades se manifestaron apenas acabada la primera lectura del borrador y desde entonces han sido básicamente las mismas por parte de los países que no tienen un asiento permanente.

En realidad las potencias ya tenían muy claro qué documento querían aprobar como estatuto de la nueva organización internacional antes de llegar a la mesa de discusiones de San Francisco. Para mayo de 1945 la victoria sobre el Eje aún no era absoluta pero urgía deliberar la nueva arquitectura de seguridad, por lo que se convocó a las discusiones de San Francisco. El 6 de mayo, dos días antes de la capitulación alemana, se iniciaron los trabajos del Comité que se concentraría en todo lo relativo al Consejo de Seguridad. Los siguientes gobiernos participaron en las deliberaciones de ese comité las cuatro potencias convocantes, Brasil, Australia, Canadá, Chile, Cuba, República Dominicana, Ecuador, Egipto, Francia, Guatemala, Honduras, India, Irán, Liberia, México, Holanda, Filipinas, Turquía, Uruguay, Venezuela, Nueva Zelanda. La Fuerza de los latinoamericanos era considerable dado que contaban con diez votos de veinticinco en esas deliberaciones.

Antes, para la Conferencia de Chapultepec los ministerios del exterior latinoamericanos habían trabajado duramente para evaluar las fortalezas y debilidades del borrador de Dumbarton Oaks y proponer oficialmente algunas enmiendas. En septiembre de 1944, la cancillería mexicana entregó al gobierno norteamericano “un esquema de constitución para el organismo internacional en estudio”, con el cual se dio respuesta a la invitación de los aliados para tal efecto. El documento mexicano contenía algunas observaciones y propuestas de enmiendas que se inscribieron ante los organizadores de la Conferencia de San Francisco para su registro y distribución a las demás delegaciones. Para México, el proyecto original comportaba el control absoluto de la organización por una minoría. Dado el caso de otra conflagración, era deseable la fuerza moderadora de las pequeñas naciones, “que no teniendo nada que esperar de la fuerza, pugnan por el triunfo del derecho”.

Las deliberaciones de Dumbarton Oaks también influyeron en las de Chapultepec. Especialmente dos puntos atrajeron la atención de los países latinoamericanos en la Conferencia de sobre los Problemas de la Guerra y la Paz de 1945. El primero era la conveniencia de resolver las controversias y cuestiones de carácter interamericano, preferentemente, según métodos y sistemas interamericanos, en armonía con los de la Organización Internacional General. El segundo concernía a la adecuada representación de América Latina en el Consejo de Seguridad. Estos puntos tenían como principal propósito reducir el papel predominante de las grandes potencias.

El grupo de los veinte tenia una postura común que no fue suficiente para unificar una propuesta en las deliberaciones del Comité III de San Francisco. A las repúblicas americanas no se les permitía actuar como bloque en la Conferencia de San Francisco, esperaban, sin embargo, que su mirada común y su solidaridad representaría una fuerza moral de indudable importancia.

Desde el inicio, muchos deliberantes se pronunciaron por que el Consejo incrementara su membresía a 15 miembros, que incluyera más representación para los pequeños países. Colombia propuso que los miembros no permanentes debían ser elegidos por la Asamblea sobre bases de representación regional. México se mantuvo firme en su propuesta de enmienda a los acuerdos de Dumbarton Oaks, arguyendo la conveniencia de que la Asamblea eligiese los asientos permanentes, reservándose la posibilidad de periódicas reconsideraciones según fueran cambiando las condiciones de seguridad. ElSalvador enfatizó la importancia de elegir a los no permanentes según las contribuciones de las que fuera capaz cada país. En el pasado, dichas contribuciones habían dependido mucho de la posición geográfica o de la imposibilidad de otras alternativas para los países.

América Latina estaba inconforme con la propuesta original que estipulaba 11 miembros en el Consejo. República Dominicana proponía 9 o 10; Ecuador, 13; Honduras, 15; México, 12. Chile era el único país de la región conforme con 11 miembros. Brasil pidió desde el inicio un asiento permanente. Costa Rica aducía que debería darse un asiento permanente a una república americana distinta a Estados Unidos. Lo mismo pensaba República Dominicana.

Las discusiones se alargaban y no se conjugaban posiciones. Finalmente Chile y Honduras retiraron sus propuestas de incrementar el número de no permanentes y en cascada lo hicieron Ecuador, también Egipto, Irán, China e Irak. México no perdía esperanzas de reformar el borrador original. Insistía cambiar la denominación de los delegados permanentes a “semipermanente”, lo que de daría a la Asamblea la posibilidad de reconsiderar cada ocho años la distribución de asientos en esta categoría. México retiraría su propuesta de enmienda a condición de incluir un enunciado sobre una futura distribución relativa a la futura adición de miembros no permanentes sobre la base de responsabilidad en el mantenimiento de la paz. El apoyo de la opinión pública nacional sería fundamental. Cuba proponía sustitución de la palabra “permanente” por la de “reelegible” para los cinco grandes del Consejo, pues sostenía que la membresía vitalicia en ese órgano era contraria a la igualdad soberana de los Estados.

Pero las potencias rechazaban los argumentos mexicanos y cubanos. Aducían que los cinco grandes se apropiaban de la permanencia porque formaban un núcleo de poder; sin embargo, todos los Estados, y no sólo once, tenían la responsabilidad de mantener la paz. El Consejo de Seguridad tenía una responsabilidad primaria, pero era jurídicamente imposible investir a todos los estados con diferentes grados de responsabilidad.

A México no le gustaba el fondo de este argumento: privilegios para unos, obligaciones para todos. México podría aceptar la distinción nominal sólo si a más privilegios correspondían más obligaciones jurídicas. Propuso la inclusión de un criterio para la selección de los miembros no permanentes, pero fue derrotado en la votación: 23 votos contra 3.

Ni los latinoamericanos que estaban muy interesados en la ampliación de la membresía no permanentes apoyaron las propuestas de México o Cuba (que también fue desechada). Hasta Brasil retiró su propuesta de una sexta silla permanente para la región. Venezuela y Nueva Zelanda trataron que la Asamblea pudiera cambiar, si así lo decidía, el mandato temporal para los no permanentes, pero no tuvieron éxito. Egipto sugirió repartir las seis sillas no permanentes entre igual número de zonas geográficas, y Uruguay propuso que la asignación fuera por rotación. Las potencias adujeron que los miembros del consejo debían gozar de la confianza del resto de las naciones, pues su tarea era preservar la paz mundial. Una representación regional podría servir a estos propósitos tanto como obstaculizarlos. Las mociones de Egipto y Uruguayfueron rechazadas. Finalmente la propuesta original fue aprobada por unanimidad con seis abstenciones.

Con respecto a los procedimientos de voto, surgieron también inconformidades y las discusiones se prolongaron. Las potencias insistían en la necesidad de la unanimidad entre los miembros permanentes para preservar la unidad de acción. Admitieron, a petición de Australia, reconsiderar el veto para asuntos especiales, como el arreglo pacífico de controversias. Canadá y Bélgica propusieron que el veto no se pudiera ejercer bajo el capítulo VIII (solución de controversias) por ninguna de las partes interesadas en algún conflicto.

La URSS arguyó que el tema del veto había sido analizado exhaustivamente y que había sido el resultado de fortalecer el sentimiento de unidad entre las potencias. Advirtió que cualquier otra forma de decisión afectaría la efectividad del órgano y era indeseable porque decisiones no unánimes serían causa de las mayores fricciones. Admitía que el veto los había colocado en una situación especial apenas acorde con lasresponsabilidades que les había tocado asumir.

México seguía insatisfecho con dichas explicaciones. Argüía que el requerimiento de unanimidad no tenía precedente y era contrario a los más elementales conceptos de justicia. El derecho de las grandes potencias al veto podría llevar a una situación equiparable a aquella en la que aun asesino se le permite votar sobre su propia culpabilidad. Para México la redacción original de los textos de Dumbarton Oaks requería enmiendas, al menos las propuestas por Australia, que promovía la abstención si un miembro del Consejo tenía interés en un caso supuesto.

El Salvador proponía otra enmienda. Si una decisión sustantiva del Consejo aprobada por una mayoría de siete votos no incluía el voto unánime de los cinco permanentes, dicho asunto debía turnarse a la Asamblea, que la ratificaría o desecharía por una mayoría de dos tercios. Esta era una forma de fijar un tiempo límite a las negociaciones del Consejo en caso de no ser posible la unanimidad. La propuesta no sólo era realista sino que dicho procedimiento se justificaba porque la Asamblea sería el órgano más representativo de las Naciones Unidas.

Chile apoyó la enmienda de Australia. Colombia pedía clarificación sobre las medidas que podía tomar el Consejo; Perú y Cuba le secundaron. Otras naciones solicitaban la remoción del privilegio del veto al menos en lo concerniente a la posibilidad de reformar la Carta, lo que otorgaría mucha credibilidad y confianza al organismo. Gran Bretaña y Estados Unidos aceptaban que la sola palabra “veto” era “fea” y fuente de antagonismo. Sin embargo, recordaban que en la liga de las Naciones los requerimientos de unanimidad eran más rígidos pues se requería el voto afirmativo de todas las partes, lo que en la práctica se traducía en un derecho de veto para cada miembro. Otorgar ese privilegio a una minoría era, en su visión, un “avance”.

A Cuba no le gustaba la idea del veto. Argüía que era contrario a los principios democráticos y sería fuente de futuras dificultades. Precisamente los ideales democráticos habían guiado la dura lucha de las Naciones Unidas. Permitir el veto significaba admitir que la voluntad de una sola nación prevaleciese sobre la de las demás, lo que era contrario al gobierno de la mayoría. Negando cualquier prerrogativa de veto, Cuba invitó a las potencias a aceptar el principio de mayoría que ellas mismas habían impelido al interior de los países pequeños. Eso no equivalía a someter la voluntad de los grandes países a la de los pequeños, sino simplemente aceptar la opinión de la mayoría de los otros miembros permanentes.

Cuba proponía que las decisiones concernientes a la paz y seguridad internacional se aprobasen con el voto de dos tercios de las grandes potencias y dos tercios de los otros miembros del Consejo de Seguridad. Esta propuesta aclararía y haría más sólida la posición de las grandes potencias y la de lanueva organización en general, pues estaría fundada sobre los más elementales principios democráticos y la justicia, y no sobre la inequidad jurídica.

Argentina, admitiendo que el retardo en los trabajos del Comité canceló la introducción de sus enmiendas, respaldaba la posición australiana. Por su parte, Brasil se oponía firmemente a la adopción del veto, aunque consideraba aceptable limitarlo bajo los supuestos de la delegación australiana (promoción de la abstención en vez del recurso al veto si algún miembro permanente estaba involucrado o tenía intereses en un asunto). Sin embargo, Brasil apoyaría la propuesta original con tal de que su voto ayudase a formar una mayoría (en realidad preparaba el camino en caso de que algún día ocupara un asiento permanente). Con su admisión se elevó a veintiséis el número de deliberantes, once de ellos de la región latinoamericana.

México seguía firme en su propósito de limitar el veto si no podía anularlo. Introdujo otra enmienda: en caso de que un miembro permanente se viera involucrado en una controversia o fuera acusado de un acto de agresión, su voto no sería tomado en cuenta para efectos de la unanimidad requerida. México solicitaba además la clarificación del procedimiento de votación aplicable cuando el Consejo de Seguridad considerase que el “interés” de un miembro de la organización sería “especialmente afectado”. En ello fue respaldado por Australia.

Para concluir el debate sobre este punto, las potencias arguyeron que la aceptación de dichas reglas era una condición necesaria para la creación de la organización, que eran acordes con la realidad política, y que la Organización se vendría abajo si se tomaba una acción de fuerza contra un Estado permanente.

América Latina no obtuvo un lugar permanente en el Consejo durante la Conferencia de San Francisco, a pesar de las propuestas de Brasil, Paraguay y otros países de la región en ese sentido. En cambio, se le otorgaron dos lugares no permanentes que representaban el porcentaje más alto dentro de esa categoría en el Consejo (33%). Esto proporcionó una representación latinoamericana bastante satisfactoria en comparación con otras regiones pero no suficiente para los 20 países del grupo.

Para el día 24 de mayo el presidente del Comité declaró terminadas las deliberaciones sobre lacomposición del Consejo de Seguridad y abrió paso otras discusiones, especialmente las relativas a lasprincipales funciones y poderes del órgano. La redacción original de Dumbarton Oaks proponía que los miembros de la organización confirieran al Consejo la responsabilidad primaria del mantenimiento de la paz y seguridad internacionales. Para asegurar acciones rápidas y eficaces, todos los miembros reconocerían que el Consejo actuaría a nombre de todos ellos, lo que obliga casi a una confianza ciega en el órgano deliberativo.

Pero Chile y México no estaban conformes y querían un papel más activo de la Asamblea General en la responsabilidad de mantener y asegurar la paz en el mundo. Chile sugería que la responsabilidad otorgada al Consejo fuera efectiva en tanto la Asamblea no estuviese en sesión y hasta que fuera convocada para tal efecto. México proponía una responsabilidad compartida entre la Asamblea y el Consejo para resolver los problemas relativos a la independencia política y la integridad de todas las naciones, la seguridad colectiva y el bienestar de todos los miembros. A propuesta de una mayoría simple de la Asamblea, la Asamblea misma examinaría cualquier resolución aprobada por el Consejo, la cual adquiriría fuerza vinculante para todos los miembros una vez alcanzados 3/4 de los votos de las delegaciones presentes al momento de la votación (proporción que debería incluir a los miembros permanentes). Por otra parte, para México las decisiones del Consejo debían alcanzarse por unanimidad excepto en cuestiones de procedimiento o en caso de que la Carta estipulara otro arreglo.

Pero las opciones se reducían. Con el cierre de las discusiones sobre la composición del Consejo se canceló la posibilidad de introducir la figura del miembro semipermanente. México se vio obligado a aceptar que este mecanismo de rendición de cuentas no prosperaría, por lo que asintió en buscar un resultado similar por otros medios, quizá los procedimientos de votos o de enmiendas. El mecanismo de ratificación de las decisiones del Consejo por una mayoría calificada de la Asamblea General, que en realidad era un instrumento de rendición de cuentas, no prosperó. Al final la redacción original de las responsabilidades del Consejo de Seguridad de Dumbarton Oaks fue apoyada por México y Chile y triunfó unánimemente (30 votos contra 0).

Sin una mayor participación de la Asamblea en el control del trabajo del Consejo, quedaba la alternativa de reforzar el derecho de un Estado afectado por las decisiones del Consejo a ser escuchado en el seno mismo de ese órgano. En efecto, la redacción original dibujaba la posibilidad de que un Estado con esas preocupaciones debiera ser invitado (en inglés, should be invited, sin obligación expresa) a participar en las discusiones relativas a la disputa. La propuesta de México era más avanzada: afirmar el derecho de ese hipotético Estado a nombrar un delegado ante el Consejo para participar en las deliberaciones que le conciernen. Y lo logró, pues el texto definitivo dice:

“El miembro de las Naciones Unidas que no tenga asiento en el Consejo de Seguridad o el Estado que no sea miembro de las Naciones Unidas, si fuere parte en una controversia que esté considerando el Consejo de Seguridad, será invitado a participar sin derecho a voto en las discusiones relativas a dicha controversia.”

Es decir, ya hay una obligatoriedad. Puede decirse que esa es la única victoria relativa de la diplomacia latinoamericana en las discusiones de San Francisco.


Chapultepec

El topónimo de Chapultepec procede del idioma náhuatl chapul (in) -saltamontes-; tepe (tl) -cerro o montaña. La c al final es un sufijo que denota nombre de lugar: en el cerro del Chapulín.

Aunque comúnmente es denominado cerro, Chapultepec es en realidad uno de los volcanes “más antiguos” de la zona. Sus asentamientos antedatan la fundación de México-Tenochtitlán y se remontan al menos a tres mil años atrás. Piezas de cerámica y entierros del periodo Preclásico (2500 a.C – 200 d.C.) son testimonios que nos hablan de los primeros pobladores a las orillas del lago de Texcoco. Entre ellos, los mexicas, los tepotecas y anteriormente los teotihuacanos, de los que se han encontrado los restos de un poblado, que no se sabe si era contemporáneo de Teotihuacán o aún más antiguo.

Mítica peregrinación de los mexicas desde Aztlán hasta la fundación de México-Tenochtitlán.

Los mexicas lo ocuparon en diferentes ocasiones: durante su migración desde el mítico Aztlán, se detuvieron por un corto tiempo en Chapultepec, hasta que fueron expulsados por los chalcas y los xochimilcas, pueblos vecinos. En 1325, después de la fundación de México-Tenochtitlan, Chapultepec fue considerado como lugar sagrado y sitio estratégico debido a los manantiales que surtían de agua potable a la capital del imperio.

Bosque de Chapultepec. Rugendas. (1931-33).

Durante el Virreinato, Chapultepec continuó siendo un sitio de gran importancia. En 1530 el emperador Carlos Quinto decretó, por Cédula Real, que el bosque de Chapultepec se convirtiera en propiedad de la ciudad de México. Para los primeros virreyes éste era un lugar de descanso y esparcimiento: lo utilizaban para pasear y para cazar ciervos, liebres y conejos.

Era tan apreciado, que el virrey Luis de Velasco (1590-1595) mandó construir un palacio de recreo en la falda del cerro. Este fue destruido en 1784 por una explosión de pólvora por lo que, un año después, el virrey Bernardo de Gálvez inició la construcción de otro palacio en la cima del cerro: el Castillo de Chapultepec. 

Castillo de Chapultepec en 1845.

En 1845, el bosque fue utilizado como lugar de práctica de los cadetes del Colegio Militar, quienes ejercitaban tiro y realizaban todo tipo de actividades militares. Dos años más tarde, tras la guerra contra Estados Unidos, el cerro fue talado en su totalidad para evitar que se escondieran las tropas derrotadas.

La transformación del bosque de Chapultepec, hasta convertirlo en uno de los parques más bellos y famosos del mundo en el siglo XX, es una de las obras del gobierno del general Porfirio Díaz. En 1895, se formó una comisión con el fin de hacer de aquel hermoso lugar un verdadero sitio de recreo, abierto a todo público. El rescate del bosque consistió en trazar calzadas con desarrollos, casi idénticos, a los del bosque de Bolonia; se hizo un lago artificial y se aprovechó la tierra de la excavación para formar montículos, de diversas alturas, que rompieran con la monotonía de las superficies planas.

No obstante, el Bosque se ha ido transformando desde entonces, a la par de los cambios políticos, económicos, sociales y culturales de la ciudad que lo alberga. 


“El agua, origen de la vida” mural subacuático pintado por Diego Rivera en el Cárcamo de Dolores, en Chapultepec.

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