[e99]
[i112]
Consideraremos ahora las
cinco etapas de la ceremonia de la Iniciación, y son:
1. La "Presencia"
revelada.
2. La "Visión"
percibida.
3. La aplicación
del Cetro, que afecta
a. a los cuerpos,
b. a los centros,
c. al vehículo causal.
4. El juramento.
5. La revelación
del "Secreto" y de la Palabra.
Estos puntos son
enumerados en su debido orden y debe recordarse que tal orden no es
arbitrario y conduce al iniciado de una revelación a otra,
hasta la etapa culminante donde se le comunica uno de los secretos
y una de las cinco palabras de poder que le abren los distintos planos,
con todas sus evoluciones. Todo lo que aquí se intenta es indicar
las cinco etapas principales que abarcan lógicamente la Ceremonia
de la Iniciación: el estudiante debe tener presente que cada
una es en sí una ceremonia completa, factible de ser clasificada
en forma detallada.
Trataremos los distintos puntos, deteniéndonos
brevemente en cada uno, pero recordando que las palabras limitan y
restringen el verdadero significado. [i113]
La Revelación de la "Presencia".
Durante los períodos finales
del cielo de encarnaciones, donde el hombre hace malabarismos con
los pares de opuestos y que, a través de la discriminación
está siendo consciente de la realidad y de la irrealidad, surge
en su mente la comprensión de que él mismo es una Existencia
inmortal, un Dios imperecedero y una parte de lo Infinito. Cada vez
se hace más evidente el eslabón entre el hombre en el
plano físico y este Regidor interno, hasta que sobreviene la
gran revelación. Llega un momento en la existencia del hombre
en que se encara conscientemente con su yo [e100]
real, y sabe que él es ese
yo en realidad y no en teoría. Adquiere conciencia del Dios
interno, no por medio del oído ni de su atención a la
voz interna que dirige y controla, denominada la "voz de la conciencia",
sino por medio de la percepción y de la visión directa.
Ahora responde no sólo a lo que oye sino también a lo
que ve.
Sabemos que los primeros
sentidos que el niño desarrolla son: el oído, el tacto
y la vista. El niño percibe el sonido y vuelve la cabeza; palpa
y toca; finalmente ve conscientemente y estos tres sentidos coordinan
la personalidad. Éstos son los tres sentidos vitales. Le siguen
el gusto y el olfato, pero no son indispensables, en la vida y aunque
carezca de ellos, el hombre no tiene ningún obstáculo
para establecer contactos en el plano físico. En la senda del
desarrollo interno o subjetivo, rige la misma secuencia.
El oído --responde a la
voz de la conciencia, a medida que guía, dirige y controla.
Esto abarca el período de la evolución estrictamente
normal.
El tacto --responde al control
o vibración, y reconoce lo que está fuera de una unidad
humana [i114] separada
en el plano físico. Abarca el período del gradual desenvolvimiento
espiritual, los senderos de probación y del discipulado, hasta
el portal de la iniciación. El hombre entra periódicamente
en contacto con lo que es superior a él, adquiere conciencia
del "toque" del Maestro, de las vibraciones egoica y grupal,
y por medio del sentido oculto del tacto se familiariza con lo interno
y sutil. Procura alcanzar aquello que concierne al yo superior y al
tocar las cosas invisibles, se habitúa a ellas.
La vista --esa visión
interna que se adquiere por medio del proceso de la iniciación
y que después de todo sólo es el reconocimiento de las
facultades siempre presentes aunque desconocidas. Así como
el niño nace con los ojos perfectamente sanos y llega un día
en que lo primero que se observa es su reconocimiento consciente de
lo que ve, así también ocurre con el individuo que se
está desarrollando espiritualmente. El medio para la visión
interna siempre existió y lo que puede verse está siempre
presente, pero la mayoría de las personas no lo reconocen.
Este "reconocimiento" por
el iniciado, es el primer gran paso en la ceremonia de la iniciación
y hasta no trascenderlo se postergan las demás etapas. En cada
iniciación el reconocimiento es distinto y puede sintetizarse
de la manera siguiente:
El ego, reflejo de la mónada,
es en sí una triplicidad, como lo es todo en la naturaleza.
Refleja los tres aspectos de la divinidad, así como la mónada
refleja, en un plano superior, los tres [e101]
--voluntad,
amor-sabiduría e inteligencia activa- de la Deidad. Por lo
tanto:
En la primera iniciación, el
iniciado llega a ser consciente del tercer aspecto, o aspecto inferior
del ego, el de la inteligencia activa. Se enfrenta con la manifestación
del gran ángel solar (pitri) que es él mismo, el auténtico
yo. Entonces [i115]
conoce, sin lugar a duda, que esa
manifestación de inteligencia es esa Entidad eterna que, a
través de las épocas, ha demostrado sus poderes en el
plano físico por medio de sucesivas encarnaciones.
En la segunda iniciación, esta
gran Presencia se ve como una dualidad, y otro aspecto brilla ante
él. Se da cuenta que esta radiante Vida identificada consigo
mismo, no sólo actúa con inteligencia, sino que su origen
es amor-sabiduría. Fusiona su conciencia con dicha Vida y se
hace uno con ella, a fin de que en el plano físico, mediante
e1 yo personal, esa Vida se vea como amor inteligente, expresándose
a sí mismo.
En la tercera iniciación,
el ego se presenta ante el iniciado como triplicidad perfeccionada.
No sólo conoce el yo como amor inteligente activo, sino que
se revela también como voluntad o propósito fundamental,
con el cual el hombre e se identifica inmediatamente y sabe que los
tres mundos no contienen nada para él en el futuro, sólo
sirven como esfera de servicio activo, manifestándose como
amor para lograr un propósito, oculto durante edades en el
corazón del yo. Habiéndose revelado ese propósito,
puede entonces colaborar con él inteligentemente y así
madurarlo.
Estas profundas revelaciones brillan
ante el iniciado en forma triple:
Como radiante existencia angélica,
vista con el ojo interno, con la misma exactitud y criterio, análogamente
a como un hombre enfrenta a otro. El gran ángel solar, que
constituye el hombre real y su expresión en el plano de la
mente superior, es literalmente su divino antecesor, el "Observador"
que, durante largos ciclos de encarnaciones, se ha sacrificado para
que el hombre pueda SER. [i116]
Como esfera de
fuego radiante, vinculada con el iniciado que está ante
ella, por el hilo de fuego magnético que pasa a través
de todos sus cuerpos y termina en el centro del cerebro físico.
Este "hilo de plata" (como se lo llama inexactamente en
La Biblia, al describir su liberación del cuerpo físico
y la subsiguiente abstracción) emana del centro cardíaco
del Ángel solar, vinculando así corazón y cerebro
-esa gran dualidad que manifiesta amor e inteligencia en este sistema
solar. La esfera ígnea está análogamente vinculada
del mismo modo, con. muchas otras que [e102]
pertenecen al mismo grupo y rayo.
Este hecho concreto demuestra que todos somos uno en los planos superiores.
Una sola vida palpita y circula a través de todo, mediante
hilos ígneos y es parte de la revelación que el hombre
recibe, ante la "Presencia", con sus ojos ocultamente abiertos.
Como policromo Loto de nueve pétalos,
que están colocados en tres círculos alrededor de
un conjunto central de tres pétalos herméticamente cerrados,
los cuales protegen lo que en los libros orientales se denomina "la
Joya en el Loto". Este Loto es de rara belleza, palpitante de
vida y radiante, en todos los colores del arco iris; en las tres primeras
iniciaciones los tres círculos se revelan por orden correlativo
hasta que en la cuarta iniciación el iniciado se encuentra
ante una revelación mayor y conoce el secreto de lo que encierra
el capullo central. A este respecto, la tercera iniciación
difiere algo de las otras, pues por el poder de un Hierofante aún
más excelso que el Bodhisattva, se conoce por primera vez el
fuego eléctrico del espíritu puro, latente en el corazón
del Loto.
Las palabras "ángel solar",
"esfera de fuego" y "loto", ocultan un aspecto
del misterio central de la vida humana, pero sólo será
evidente para quienes tienen ojos para ver. La significación
mística de estas frases gráficas constituirá
una celada o motivo de incredulidad para el hombre que [i117]
intente materializarlas en forma
indebida. En estos términos se oculta la idea de una existencia
inmortal, de una Entidad divina, de un gran centro de energía
ígnea y del pleno florecimiento de la evolución, y así
deben ser considerados.
En la cuarta iniciación, el iniciado
comparece ante la Presencia de ese aspecto de Sí mismo denominado
"Su Padre en los Cielos". Se lo enfrenta con su propia mónada,
esa esencia espiritual pura, existente en el plano más elevado,
excepto uno, que es para su ego o yo superior, lo que ese ego es para
la personalidad o yo inferior.
La mónada se manifiesta en el
plano mental en forma triple, por medio del ego; pero todavía
faltan todos los aspectos de la mente, tal como la comprendemos. El
ángel solar con quien estaba en contacto, se retira; la forma
mediante la cual actuaba (el cuerpo egoico o causal) desaparece y
sólo queda el amor-sabiduría y esa voluntad dinámica
que es la característica principal del espíritu. El
yo inferior sirvió para los propósitos del ego y fue
descartado; de igual modo el ego sirvió a los designios de
la mónada y ya no hace falta; el iniciado se ve libre de ambos,
plenamente liberado y es capaz de entrar en contacto con la mónada,
así como anteriormente aprendió a entrar en contacto
con el ego. Para las restantes manifestaciones en los tres mundos,
[e103] está
regido sólo por la voluntad y el propósito autoiniciados
y crea su cuerpo de manifestación, controlando (dentro de las
limitaciones kármicas) sus propios períodos y ciclos.
El karma que aquí se menciona es el planetario, no el personal.
En la cuarta iniciación entra en contacto con el aspecto amor
de la mónada y, en la quinta, con el aspecto voluntad, así
completa sus contactos, responde a todas las vibraciones necesarias
y es el amo de los cinco planos de la evolución humana.
Además, en las iniciaciones tercera,
cuarta y quinta, se hace consciente de esa "Presencia" que
encierra en sí esa entidad espiritual, su propia mónada,
[i118] y
la ve como una con el Logos planetario. A través del canal
de su propia mónada ve los mismos aspectos (que esa mónada
personifica) en escala más amplia, revelándolo así
al Logos planetario, el cual anima a todas las mónadas de Su
rayo. Esta verdad es casi imposible de expresar en palabras y concierne
a la relación que tiene el punto eléctrico de fuego,
la mónada, con la estrella de cinco puntas, que revela al iniciado
la Presencia del Logos planetario. Esto es prácticamente incomprensible
para el hombre común, aunque este libro fue escrito para él.
En la sexta iniciación, el iniciado
actúa conscientemente como aspecto amor de la mónada,
y es llevado (por medio de su "Padre") a un reconocimiento
más vasto; llega a ser consciente de esa Estrella que encierra
a su estrella planetaria, así como ésta incluyó
antes a su propia y diminuta "chispa". De este modo se pone
en contacto consciente con el Logos solar y llega a conocer dentro
de sí mismo, la Unicidad de toda vida y manifestación.
Este reconocimiento se expande en la
séptima iniciación, a fin de que dos aspectos de la
Vida una lleguen a ser realidades para el emancipado Buda.
En forma gradual el iniciado llega frente
a la Verdad y a la Existencia. Será evidente para los estudiantes
reflexivos, que la revelación de la Presencia tiene que preceder
a las demás revelaciones. Esto introduce en la mente del iniciado
los conocimientos fundamentales siguientes:
Se justifica la fe que ha sustentado
durante épocas y la esperanza y la creencia se fusionan en
un hecho autocomprobado. La fe se pierde de vista y las cosas invisibles
son vistas y conocidas, Ya no duda, y por su propio esfuerzo el iniciado
se convierte en conocedor.
La unicidad con sus hermanos queda comprobada,
y reconoce el lazo indisoluble que en todas partes lo vincula a sus
semejantes. La hermandad ya no es una teoría, sino un hecho
[i119] científicamente
[e104] comprobado,
del cual no puede dudarse, como tampoco de la separatividad de los
hombres en el plano físico.
La inmortalidad del alma y la realidad
de los mundos invisibles quedan para él comprobados y establecidos;
antes de la iniciación esta creencia estaba basada en una breve
y fugaz visión y en firmes convicciones internas (resultado
del razonamiento lógico y de la intuición, en gradual
desarrollo), ahora se basa en la percepción y en el reconocimiento
de su propia naturaleza inmortal, fuera de toda controversia.
Comprende el significado y la fuente
de energía y puede empezar a manejar el poder con precisión
y dirección científicas. Sabe de donde extrae la energía,
pues ha tenido una vislumbre de los recursos disponibles de la energía.
Antes sabía que existía y la utilizaba ciegamente y
a veces en forma imprudente, ahora, dirigido por la "mente abierta",
la percibe y puede colaborar inteligentemente con las fuerzas de la
naturaleza.
La revelación de la Presencia
produce de muchas maneras resultados definidos en el iniciado, y la
Jerarquía considera que éste es un preámbulo
necesario para ulteriores revelaciones.
La Revelación de la Visión.
La próxima
importante revelación es la de la Visión, pues ha llevado
al individuo a enfrentar a Aquél con quien ha tenido que ver
durante incontables épocas, despertando en él la comprensión
inquebrantable de la unicidad de la vida fundamental, al manifestarse
a través de las vidas menores. La primera revelación
concierne a lo indefinible e inimitable y es (para la mente finita)
infinito en su abstracción y absolutismo. La segunda revelación
concierne al tiempo y espacio, e involucra el reconocimiento por el
iniciado -mediante el sentido de la visión oculta recientemente
despertado-, de [i120]
la parte que ha desempeñado
y debe desempeñar en el plan y posteriormente la parte del
plan mismo, en lo que concierne a
a. su Ego,
b. su grupo egoico,
c. su rayo grupal,
d. su Logos planetario.
En esta cuádruple captación
está descripto el conocimiento gradual que corresponde al proceso
de las cuatro iniciaciones que preceden a la liberación final.
En la primera iniciación se da
cuenta definidamente de la parte poco evidente que le corresponde
en su vida personal durante el intervalo desde la revelación
hasta la segunda iniciación. Esto puede requerir una o varias
vidas. Sabe la dirección [e105]
que debe tomar; conoce algo de su
participación en el servicio de la raza; ve el plan como un
todo, en lo que a él concierne, como un pequeño mosaico
dentro del diseño general; adquiere conciencia de cómo
puede servir -con su particular tipo de mentalidad, su conjunto de
facultades mentales o de las otras, y de sus diversas capacidades-
y lo que debe realizar antes de poder hallarse de nuevo ante la Presencia
y recibir una amplia revelación.
En la segunda iniciación ve la
parte que su grupo egoico desempeña en el esquema general.
Llega a ser más consciente de las distintas unidades de grupo
con las cuales está intrínsecamente asociado; las reconoce
por sus personalidades, si están encarnadas, y en cierto modo
ve cuáles son las relaciones kármicas entre él,
los grupos y los individuos; obtiene la visión interna del
propósito específico grupal, y de su relación
con otros grupos. Entonces puede actuar con mayor seguridad y su intercambio
con otros individuos, en el plano físico, será más
firme; puede ayudarlos y ayudarse a sí mismo a ajustar el karma
y, por lo tanto, acercarse más [i121]
rápidamente a la liberación
final. Las relaciones grupales se consolidan, y los planes y propósitos
pueden impulsarse más inteligentemente. A medida que prosigue
esta consolidación de las relaciones grupales, produce en el
plano físico esa concertada acción y unidad inteligente
del propósito, que da por resultado la materialización
de los ideales superiores y la adaptación de la fuerza para
el sabio desarrollo de los fines de la evolución. Cuando esto
llega a cierta etapa, las unidades que forman los grupos han aprendido
a trabajar juntas y a estimularse mutuamente, de manera que pueden
adquirir un mayor conocimiento, que dará como resultado mayor
capacidad para ayudar.
En la tercera iniciación se le
revela al iniciado la finalidad del subrayo del rayo al cual pertenece
su ego. Todas las unidades egoicas pertenecen a algún subrayo
del rayo monádico. Este reconocimiento se le otorga al iniciado,
a fin de capacitarlo para encontrar oportunamente por sí mismo
(siguiendo la línea de menor resistencia) el rayo de su mónada.
El subrayo lleva en su corriente de energía muchos grupos de
egos y no sólo tiene conciencia de su grupo egoico y de su
inteligente finalidad, sino de muchos otros grupos similares. Su energía
se dirige conjuntamente hacia un objetivo claramente definido.
Habiendo aprendido algo sobre las relaciones
grupales y desarrollado la capacidad de trabajar con unidades en formación
grupal, el iniciado aprende el secreto de la subordinación
del grupo al bien del conjunto de grupos. Esto se manifiesta en el
plano físico como capacidad para trabajar sabia, inteligente
y armónicamente [e106]
con distintos individuos, colaborar
en grandes planes y ejercer una amplia influencia.
Se le revela una parte de los planes
del Logos planetario y esta visión incluye la revelación
del plan y del propósito en lo que al planeta concierne, aunque
todavía la [i122]
visión sea confusa respecto
a esos planes, en su relación planetaria. Esto lleva al iniciado,
por medio de una serie de graduados conocimientos, a los portales
de la cuarta iniciación. Con la total liberación del
iniciado de las ataduras en los tres mundos y la ruptura de todas
las ligaduras de las limitaciones kármicas, amplía enormemente
la visión y puede decirse que por primera vez se da cuenta
de la amplitud del propósito planetario y del karma en el esquema.
Habiendo ya ajustado su karma personal, relativamente de poca importancia,
puede dedicarse a agotar el karma planetario y también abocarse
a desarrollar los planes de largo alcance de esa gran Vida que incluye
a todas las vidas menores. No sólo alcanza el pleno reconocimiento
del propósito y los planes de toda la evolución en su
propio esquema planetario, la Tierra, sino que incluye en su radio
de conocimiento, ese esquema planetario que es el complemento o polo
opuesto de nuestra Tierra. Comprende la interrelación existente
entre los dos esquemas y se le revela el vasto propósito dual.
Se le demuestra que este plan debe convertirse en un solo plan unido
y de allí en adelante dedica todas sus energías a colaborar
en forma planetaria, a medida que el plan se desarrolla, mientras
trabaja con las dos grandes evoluciones en nuestro planeta, la humana
y la dévica, y a través de ellas. Esto concierne al
establecimiento de los reajustes y a la aplicación gradual
de la energía para estimular los diversos reinos de la naturaleza
y, mediante la fusión de todas las fuerzas de la naturaleza,
acelerar la interacción de la energía entre los dos
esquemas. De este modo los planes del Logos solar pueden consumarse
a medida que se desarrollan por medio de los dos Logos planetarios.
El manejo de la energía solar, en pequeña escala, es
ahora privilegio del iniciado, pues no sólo se lo admite en
la cámara del concilio de su propia Jerarquía, sino
que se le permite asistir cuando otros agentes planetarios están
[i123] reunidos
con el Señor del Mundo y los dos grandes dirigentes departamentales.
En la quinta iniciación la visión
le otorga al iniciado una perspectiva más amplia y ve un tercer
esquema planetario que, con los otros dos, forma uno de los triángulos
de fuerza, necesarios en el desarrollo de la evolución solar.
Así como toda manifestación prosigue por medio de la
dualidad y la triplicidad, para retornar a la síntesis eventual,
así estos esquemas, que sólo son centros de fuerza en
el cuerpo de un Logos solar, actúan primero como unidades separadas
que viven su propia vida integral, [e107]
luego como dualidades, por el intercambio
de fuerza a través de dos esquemas, pues en esta forma se ayudan,
complementan y estimulan mutuamente y, finalmente, como un triángulo
solar, que hace circular la fuerza de un punto a otro, de un centro
a otro, hasta que la energía es fusionada y sintetizada y los
tres actúan en forma unida.
Cuando el adepto de la quinta iniciación
puede actuar de acuerdo con los planes de los tres Logos implicados,
colaborando con ellos cada vez con mayor capacidad a medida que transcurre
el tiempo, está preparado para la sexta iniciación,
que lo admitirá a cónclaves superiores. Así llega
a participar no sólo de los propósitos planetarios,
sino también de los solares.
En la sexta iniciación posee
la más maravillosa visión de toda la serie. Ve el sistema
solar como una unidad y recibe una breve revelación que abre
ante su asombrado entendimiento los propósitos fundamentales
del Logos solar, viendo por primera vez el conjunto de planes con
todas sus ramificaciones.
En la séptima iniciación
su visión penetra más allá del "círculo
no se pasa" solar y puede ver lo que ha conocido como fundamental
hecho teórico, que nuestro Logos solar está implicado
en los planes y propósitos de una Existencia superior y que
el sistema solar es sólo uno de los numerosos centros de fuerza
y por su intermedio se está expresando una Entidad cósmica
mucho más grande que [i124]
nuestro Logos solar. En todas estas visiones subyace un
gran propósito: la revelación de la unidad esencial
y el descubrimiento de esas relaciones internas que, una vez conocidas,
tenderán, en forma cada vez más plena, a impulsar al
iniciado a servir abnegadamente y lo convertirá en un trabajador
de la síntesis, la armonía y la unidad fundamental.
La ceremonia de la Iniciación,
donde se le abren los ojos al iniciado para ver y comprender, se divide
en tres partes, que no obstante son un solo proceso:
1.
El pasado se despliega ante él; se ve a sí
mismo desempeñando muchos papeles, comprendiendo que sólo
constituyen la gradual conducción de sus fuerzas y facultades
hasta el punto en que pueda servir a su grupo y con el grupo. Se
ve y se identifica -según la iniciación-
a. con él mismo, en muchas
vidas anteriores,
b. con su grupo,
en anteriores grupos de vida,
c. con su rayo egoico,
mientras afluye a través de muchos cielos, con
su Logos planetario, cuando actuó en el pasado, a través
de muchas evoluciones y reinos en todo el esquema,[e108]
y así sucesivamente, hasta que se identifica
con el pasado de la Vida una, que fluye a través de todos
los esquemas planetarios y evoluciones del sistema solar, lo cual
despierta en él la resolución de agotar karma y
de saber (al ver las causas del pasado) cómo debe realizarlo.
2. En el presente, se le revela el
trabajo específico que debe realizar en el cielo menor inmediatamente
implicado. Esto significa que no ve tan sólo lo que le concierne,
en determinada vida, sino que reconoce la [i125]
parte inmediata del plan -quizás
implique varios de sus pequeños cielos llamados vidas- que
el Logos planetario trata de ver consumado. Entonces puede decirse
sin lugar a dudas, que conoce su trabajo y puede dedicarse a su tarea
con clara comprensión de por qué, cómo y cuándo.
3. En el futuro, se le concede, a fin de estimular al iniciado,
una visión de la consumación final, de un esplendor
más allá de toda descripción, con destacados
puntos que indican los pasos principales para llegar a esa consumación.
Durante un breve instante ve cómo será el esplendor
y ese sendero de radiante belleza que fulgura cada vez más
hasta el día perfecto. En las primeras etapas ve la gloria
de su perfeccionado grupo egoico y, posteriormente, la radiación
de un determinado tipo y color, que fluye del rayo que lleva en
su seno a los perfectos hijos de los hombres y, aún más
tarde, obtiene una vislumbre de la perfección de ese gran
Ser, que es su propio Logos planetario, hasta que finalmente se
le revela la perfección de toda belleza y la radiación
que incluye a todos los otros rayos de luz , el sol brillando en
toda su fuerza, el Logos solar en el momento de la consumación
del propósito.
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