Artículo
Dr. Roberto Assagioli

[edición en curso]

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«Podemos beneficiarnos y utilizar cualquier función o elemento de la psique, siempre que comprendamos su naturaleza y propósito, y lo coloquemos en su justa relación con el Todo».

[Principio fundamental para la psicosíntesis]

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La Constitución Psíquica
del ser humano

R. Assagioli

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El Superconsciente y el Sí Mismo

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Resumen: Un brillante artículo sobre la diferencia entre las energías superconscientes y el Sí Mismo– el punto inamovible de pura conciencia y Voluntad. Definiciones claras del «Yo» y el proceso de autorealización.


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Quizá la mayor confusión al tratar con las esferas de la naturaleza humana es la falta de una clara comprensión de la diferencia entre el superconsciente y el Sí Mismo.

Tal distinción puede hacerse; será de mucha ayuda práctica para aquellos que quieran comprender sus propias experiencias y para aquellos que buscan una dirección clara, con señales estables y reconocibles a lo largo de la dimensión transpersonal.

Comencemos con el superconsciente: estrictamente hablando «superconsciente» es sólo un termino para designar la región superior, espiritual o transpersonal de la psique (véase el diagrama). En ésta se encuentran varias funciones, procesos y energías psicológicas, justo como en la personalidad, aunque en el superconsciente pueden desplegar una actividad y diversidad mucho mayores. Así que la diferencia entre el superconsciente y la personalidad es de nivel, mas no de naturaleza. Las experiencias del superconsciente consisten fundamentalmente en tomar consciencia (darse cuenta) de la actividad que ocurre en los niveles superiores de la conciencia humana. Por ejemplo, los estados de éxtasis, de gozo, de amor por todas las criaturas vivientes, que reportan muchos míticos, lo impulsos de autosacrificio de la manada, los vislumbres creativos del artista, todos pertenecen a los niveles superiores del superconsciente.

En cambio, el Sí Mismo Transpersonal es básicamente «ontológico». Ontos significa Ser, lo que no es un proceso sino algo permanente en sí mismo.

 

diagrama-huevo
Fig. A. «Constitución psíquica del ser humano»
  1. Inconsciente inferior o Inconsciente personal
  2. Inconsciente medio o Subconsciente
  3. Inconsciente superior o Superconsciente
  4. Campo de la conciencia o Consciente
  5. El Yo consciente o Yo personal
  6. El Sí Mismo Superior o Transpersonal
  7. Inconsciente colectivo

 

Para hacer una analogía muy simple, el Sí Mismo es como un eje, o la bisagra de una puerta; la puerta cambia, pero la bisagra permanece firme. Con todo, el Sí Mismo no es sólo el punto focal alrededor del cual ocurren muchos procesos superconscientes, también es la causa de tales procesos, y la fuente de energía que los hace posibles. Así el Sí Mismo es la realidad inalterable, permanente; un centro de vida estable en su propio nivel, que tiene funciones pero no es una función.

El pensamiento clave se encuentra en el Gītā: «Habiendo impregnado el Universo con una parte de mi mismo, Yo permanezco». Lo que «permaece» es el Sí Mismo en su propio nivel. Aunque mientras permanezca ahí, puede impregnar y esta impregnando todo el universo de la personalidad, y esto lo hace a través del superconsciente.

Podemos darnos una idea de esta paradoja aparente si consideramos la analogía de los sistemas de energía eléctrica en nuestras grandes ciudades. En la fuente –el generador situado en un lugar remoto– existe electricidad de cierta intensidad o voltaje. Esta electricidad impregna toda la sorprendentemente compleja e intrincada red de energía de la cuidad, y es convenientemente aminorado su voltaje a los largo del camino por medio de transformadores, pero la intensidad (voltaje) de la fuente permanece estable e inmutable. Y un voltaje inmutable se encuentra también en todas las tomas de energía de cada casa. Aún así, la corriente, el flujo de energía eléctrica que fluye a lo largo del alambrado para energizar una multitud de máquinas, aparatos, fuentes de luz, etcétera constituye un vasto y continuo proceso cambiante que impregna y anima la ciudad.

En este mismo sentido el Sí Mismo es inalterable en esencia, aunque emita sus energías, que son aminoradas en intensidad y transmitidas a través del Superconsciente, y recibidos, absorbidos y utilizados por la personalidad. Es interesante notar que el filósofo alemán Hermann Keyserling habla sobre la intensidad como una característica específica del Sí Mismo. Y Jung dice que los arquetipos y símbolos (que son elementos importantes del superconsciente) son transmisores y transformadores de energías. [1]

Desde otro punto de vista, es como si el Sí Mismo fuera el Sol. El Sol no se mueve en relación con la Tierra; esta en el centro del sistema solar y ahí permanece. Pero impregna todo el sistema solar con sus radiaciones y al mismo tiempo lo sustenta y mantiene junto a través de su fuerza atrayente.

Así la pura experiencia del Sí Mismo –del contacto y eventualmente la identificación con el Sí Mismo– es muy diferente de las experiencias del superconsciente o estados expandidos de consciencia. Podemos comenzar a captar esta diferencia a través de una analogía básica y más importante: El Sí Mismo es al superconsciente como el «Yo», o Sí Mismo personal, es a los elementos y funciones de la personalidad, con la diferencia de que el «Yo» a menudo se identifica con los elementos de la personalidad, mientras que el Sí Mismo no se identifica con el superconsciente.

La experiencia del Sí Mismo puede ser alcanzada en la medida en que el «Yo» –que es una proyección o emanación del Sí Mismo– asciende hacia el Sí Mismo, se identifica con Él, y es temporalmente absorbido en Él.

Así que el primer paso hacia la experiencia del Sí Mismo es alcanzar la experiencia del «Yo». El «Yo» es el centro personal de consciencia y voluntad. Es el observador y el director, y se distingue de los contenidos de la consciencia. Para alcanzarlo, uno debe desidentificarse de los sentimientos, pensamientos, deseos, pulsiones, sensaciones, impulsos –de la miríada de contenidos de la consciencia personal. En otras palabras uno debe abandonar la sensación errónea de ser cualquiera de ellos. Esto, por supuesto, no significa de ninguna manera abandonar o reprimir ninguna de las funciones de la personalidad. Por el contrario, más que estar identificado con alguna –y por lo tanto seguir a una o varias de ellas a la vez–, es estar de acuerdo con ellas, así uno puede ahora dirigirlas y regularlas a voluntad, y utilizar cualquiera o todas ellos, en cualquier momento, como medio de expresión en el mundo.

Lograr esta condición de identificación con el «Yo», un dominio interno y armonía es una de la metas mayores de la psicosíntesis personal. [2]

En la medida en que el «Yo» se libera a si mismo de aquellas identificaciones incorrectas a nivel personal, se vuelve capaz de ascender, a través del superconsciente o esfera transpersonal, hacia el Sí Mismo. (Véase fig. A) Durante este proceso puede haber un incremento en la intensidad del sentido de identidad; de la autoconsciencia, debido a una mayor proximidad con el Sí Mismo, así como también de la consciencia y de la experiencia de los procesos superconscientes.

Una de estas dos experiencias prevalecerá, dependiendo del tipo psicológico. Por ejemplo, usando la clasificación septenaria mencionada en El acto de voluntad [3], la experiencia del superconsciente prevalecerá en el tipo «amor/iluminativo» y en el tipo «estético/creativo», mientras que el sentido de identidad aumentado es probable que sea el más sobresaliente en el tipo «voluntad/poder», el tipo «científico/racional» y en cierta medidad, en el tipo «activo/prácico».

Esta es una diferencia, que podríamos llamar básica o «constitucional». Pero la prevalencia relativa de las dos experiencias puede cambiar también en el mismo individuo en diferentes momentos dependiendo de un número de factores, por ejemplo, el estadio particular de desarrollo, o como resultado de una actividad deliberadamente realizada para tal propósito, como ejercicios específicos de meditación.

Si la experiencia del superconsciente es más fuerte que el sentido de identidad puede haber una identificación del «Yo» con los contenidos del superconsciente, justo como en la vuelta anterior de la espiral hubo una identificación con los contenidos de la consciencia personal.

Esta identificación con aspectos cada vez más altos del superconsciente es útil, pues constituye una escalera hacia el Sí Mismo, lo que representa, para mucha gente, el camino de menor resistencia y el más apropiado.

Pero para tener una verdadera experiencia, incluso una inicial, del Sí Mismo, es necesario desidentificarse incluso del superconsciente. Y esto es muy difícil, pues los estados transpersonales de consciencia son tan gozosos y atractivos que uno puede comenzar a apegarse y quedar atrapado en ellos. Maslow a llamado a estos los «mayores distractores». Estas experiencias pico son hermosas y a menudo extáticas, y si son entendidas y asimiladas adecuadamente, pueden ser realmente valiosas, pero no son la experiencia pura del Sí Mismo.

Es interesante observar que el peligro de apegarse al superconsciente ha sido reconocido más o menos explícitamente por muchos maestros espirituales del pasado. Para evitar el peligro de los «mayores distractores» cierto número de abordajes del desarrollo espiritual han adoptado la estrategia de alejarse completa y deliberadamente del superconsciente. En el lenguaje de los místicos cristianos donde el «alma» es el aspecto emocional de la personalidad, «Dios» es el Sí Mismo transpersonal y las «visiones» se relacionan con el superconsciente, el énfasis contra las visiones es bien conocido. Actitudes similares existen en oriente, por ejemplo en muchas formas de budismo zen.

Esta actitud pudo haber sido la más apropiada en el pasado, donde era muy poco el conocimiento psicológico que estaba disponible y era mucha la confusión respecto a las esferas superiores del hombre. Pero este enfoque no incluye el puente al Sí Mismo que convenientemente ofrece el superconsciente, lo que resulta en una difcultad innecesaria, un camino «austero» que sólo unos pocos son capaces de seguir hasta el final. Y como hemos visto, el Sí Mismo necesita al superconsciente como vehículo de expresión, justo como el «Yo» necesita a la personalidad como su instrumento en el mundo. Así que si el superconsciente es consistentemente evitado en el ascenso hacia el Sí Mismo, luego se tendrá que invertir tiempo y esfuerzo en explorarlo y desarrollarlo. Y cuando el superconsciente no esta suficientemente desarrollado, una intensa experiencia del Sí Mismo puede causar engreimiento y desorientación. Por otro lado, si se sigue el extremo opuesto, de flotar a la deriva del superconsciente sin haber desarrollado un adecuado sentido de identidad, se corre el riesgo de perderse en él, y finalmente regresar al nivel de «consciencia de masa» indiferenciada.

Estas dos condiciones extremas luego serán consideradas de nuevo. Aquí me gustaría resaltar la validez de un principio básico de psicosíntesis: «Podemos beneficiarnos y utilizar cualquier función o elemento de la psique, siempre que comprendamos su naturaleza y propósito, y lo coloquemos en su justa relación con el todo».

Siempre que tengamos una mapa adecuado y que estemos conscientes de los escollos que podemos encontrar a lo largo del camino, entonces un énfasis balanceado entre el desarrollo de la identidad y de la consciencia del los procesos superconscientes nos llevará a un desarrollo más armonioso, gozoso y efectivo en la esfera transpersonal. Como hemos dicho anteriormente, uno o el otro prevalecerá normalmente, dependiendo de un número de factores; el punto es evitar una condición de excesiva unilateralidad. Esto con frecuencia se produce involuntariamente por mantener nuestro interés focalizado en el lado más desarrollado –y por lo tanto, más rico e interesante– y en consecuencia desarrollarlo todavía más. Pero también podemos «alimentar» el aspecto menos desarrollado, enfocando deliberadamente la energía de nuestro interés y atención.

En la práctica esto es a veces más fácil de hacer con el superconsciente que con el Sí Mismo, debido a la naturaleza trascendente del Sí Mismo, que está bastante más allá del rango de nuestra experiencia normal –y por lo tanto, más allá del poder de nuestra imaginación– a menudo nos formamos un concepto de cómo es el Sí Mismo con base en las experiencias del superconsciente. Tal concepto es necesariamente erróneo y distorsionado, y luego sucederá con frecuencia que creeremos haber estado en contacto con el Sí Mismo cuando en realidad aún estamos experimentando algunos de los aspectos superiores del superconsciente.

Pueden darse algunas indicaciones para evitar esta confusión, pero debemos tener en mente que es imposible describir la experiencia del Sí Mismo más que de una forma periférica. En el intento de indicar lo que es inefable, más allá de las palabras, se han usado varios términos: Atman, Tao (en su sentido trascendente), el Vacío, la Seidad pura («Suchness» en el original.–N.T.), el Motor Inmóvil, el Punto Omega.

La experiencia del Sí Mismo tiene la cualidad de una paz perfecta, serenidad, calmada quietud, pureza, y en ella existe la mezcla paradójica de individualidad y universalidad.

El Sí Mismo experimenta la universalidad pero sin «perderse» a sí mismo dentro del vasto Sí Mismo Universal. Permanece en el centro, inalterable. Una forma en que podemos comenzar a comprender esto es abriéndonos a la experiencia de infinitud. Porque podemos ser conscientes del infinito, la percepción del espacio infinito sin perder nuestro sentido de individualidad. Es decir, es la consciencia del «Yo» quien tiene la percepción y la experiencia del infinito. El infinito ES... y el hombre va a tientas de una débil pero cada vez más profunda comprensión de su existencia. Lo mismo puede decirse con respecto a la eternidad. Y la experiencia de eternidad y de infinito –de trascender la limitaciones de tiempo y espacio– combinadas, llevan en síntesis, a la experiencia de universalidad.

Así el Sí Mismo extiende gradualmente su consciencia e identificación con «lo superior», dentro del vasto reino del Sí Mismo Universal, aunque permaneciendo fijo, consciente de sí mismo. EL punto fundamental es que la identificación con lo universal no implica pérdida de identidad, sino su acrecentamento e intensificación. Esto ha sido claramente declarado por Radhakrishnan:

 

«El peculiar privilegio del Sí Mismo humano es que puede unirse conscientemente y trabajar por el Todo y encarnar en su propia vida el propósito del Todo... Los dos elementos del Ser: Unicidad (ser único), y Universalidad (totalidad), crecen juntos hasta que el más único se convierte en el más universal». [4]

 

En el Oriente esto está representado por el símbolo de un loto con una joya radiante en su centro. Los pétalos del loto representan remolinos o vórtices de energías de diversa cualidad, y conforme esos vórtices se desarrollan, interactúan y se vuelven altamente organizados, simbolizan la apertura del loto. Ellos se corresponden con lo transpersonal, con los procesos y funciones del superconsciente. La joya radiante en el centro, representa el eje, la bisagra, el Sí Mismo... una chispa de universalidad, el motor inmóvil. Aquí encontramos nuevamente todo el proceso sostenido, y en cierto sentido incluido, en una realidad inmutable. Esto se expresa en la fórmula oriental: «Om Mani Padme Hum», «Te saludo, Joya en el Loto».

El hecho de que todos los procesos puedan estar contenidos en un inmutable núcleo central es otro aspecto paradójico de la naturaleza del Sí Mismo, aunque esto ha sido experimentado por muchas personas. Aquí encontramos uno de tales reportes, relatado con inusual claridad y detalle en el punto culminante de una exploración interior usando una técnica guiada de imaginería mental:

 

«...Es como un circuito de luz blanca... es muy brillante sin deslumbrar... puedes verlo directamente... Es hermoso. (Guía: Dejalo acercarse lentamente... deja que se vuelva uno contigo). Si, si ya lo hice, ¡Esto es lo que Soy! Ahora puedo verlo mucho más claro. Está girando muy, muy rápido... esto es muy importante para mi... se mueve alrededor de un punto de luz blanca... absolutamente blanca... y puedo entrar en el punto blanco, y si lo hago, éste sale, es como ir yendo libremente a través del universo. Puedo ir a cualquier lado, las estrellas están dentro del punto blanco, todo esta dentro del punto blanco.

Es difícil contenerme de pasar a través de él. (Guía: Ok, adelante...) Estoy pasando. Ahí estoy, sólo merodeando y viendo, sólo espacio. La Tierra esta ahí... Estoy consciente de Ella, de toda Ella. Todo esta dentro de mi, así como afuera, es lo mismo... (pausa larga)... Me siento como en casa, no hay nada que decir.»[5]

 

Es importante señalar que aunque el desarrollo de este sujeto era algo avanzado, en el momento de esta experiencia era ciertamente ingenuo con respecto al superconsciente y no había sido expuesto de ninguna forma al concepto del Sí Mismo. Aún así podemos reconocer fácilmente al rápido circuito de luz como símbolo del superconsciente y al punto central como símbolo del Sí Mismo. Conforme la experiencia avanza, primero hay una identificación con el superconsciente (observen cómo esto ya había sucedido espontáneamente cuando el guía lo sugirió) y éste a su vez lleva a la consciencia del Sí Mismo, luego contacta con Él, y en consecuencia experimenta simultáneamente la individualidad y la universalidad.

Intencionalmente dije contacta y no se identifica con el Sí Mismo. A lo largo de esta experiencia, el énfasis estuvo en los procesos, los movimientos y las formas. El «punto blanco en el centro», aunque no tenía una forma específica o color, aún era una imagen. Y la experiencia fue de ir a través de él. Así que no se puede considerar como un experiencia pura del Sí Mismo, sino como una experiencia superconsciente que culminó en un momentáneo contacto con el Sí Mismo, y un atisbo –y de ninguna manera una experiencia completa– de la síntesis de la individualidad y la universalidad.

Tal como dije, muchos de los que han tenido experiencias transpersonales intensas –experiencias llenas de sentimientos extáticos y hermosos, de luz, de comprensión– creen que han hecho contacto con el Sí Mismo, mientras que de hecho sólo experimentaron los niveles superconscientes de consciencia. En la búsqueda del Sí Mismo es importante saber reconocer la diferencia. Cualquier cosa que tenga movimiento, cambio, actividad, dirección, fronteras, dimensiones, restricciones, límites o cualidades específicas de cualquier tipo, en otras palabras, cualquier cosa que sea menos que eterno e infinito, que parezca desde nuestro punto de vista normal, que contenga o implique cualquier tipo de diferenciación, ¡no es el Sí Mismo!

El lector quizá objete en este punto que no se haya dicho en realidad cómo es el Sí Mismo. Pero la naturaleza trascendente del Sí Mismo se encuentra más allá del poder de entendimiento de la mente concreta, y en consecuencia, más allá de la posibilidad de describirlo en palabras. El único recurso es describir lo que no es el Sí Mismo. Este abordaje ha sino muy popular en Oriente, donde es llamado «el Camino de la Negación». Su propósito no es tanto proporcionar información acerca del Sí Mismo como elevar gradualmente el proceso de pensamiento más allá del nivel de las dualidades y el pensamiento concreto. En Occidente esto ha sido malentendido casi siempre. A menudo, cuando escuchamos que el Sí Mismo es inmutable, nos imaginamos que es estático; si escuchamos que no tiene actividad, concluimos que debe ser pasivo; si escuchamos que no tiene fronteras, pensamos que no ha de tener forma; si escuchamos que no tiene cualidades, ha de ser aburrido. Por lo que si verdaderamente contuviera la totalidad del universo, el universo sólo podría ser trivial y repugnante.

Otra vez, hemos intentado entender al Sí Mismo en términos de nuestras experiencias normales, y hemos llegado a un concepto que no tiene relación alguna con la verdadera naturaleza del Sí Mismo. El «Camino de la Negación» debe ser reinterpretado en su verdadero sentido. Cuando decimos que cualquier cosa que tenga cualidades no es el Sí Mismo, queremos decir cualquier cosa que tenga cualidades específicas. El Sí Mismo no tiene cualidades aunque al mismo tiempo es la síntesis de todas las cualidades, en el sentido de que todas las cualidades están en Él y están integradas armoniosamente. Tanto de la obscuridad como la luz blanca puede decirse que no tienen color, aunque la luz blanca contiene todos los colores, y las proporciones correctas. Y la radiación del Sí Mismo puede experimentarse como oscuridad o como una intensa luz blanca pura en diferentes momentos. Esto ha sido reportado por muchos místicos, siendo el más famosos de todos San Juan de la Cruz quien usó el término «Noche Oscura del Alma» para describir el estado que precede y lleva a la experiencia del Sí Mismo. Otros místicos han hablado sobre «La Voz del Silencio» cósmico o «La Música de las Esferas» que pueden ser escuchadas cuando todo el sonido normal cesa, aunque contiene todos los sonidos. Y la experiencia de el Vacío –la trascendencia del espacio vacío y todo lo que esta contenido en ese espacio– ha sido descrito como atemorizante y lleno de dicha en diferentes circunstancias. [6] Esta naturaleza paradójica del Sí Mismo esta quizás mejor planteada por la fórmula budista: «Ni Ser, ni no-Ser, ni ambos Ser y no-Ser, ni ningún Ser ni no-Ser.»

Así que necesitamos recordar que cualquier concepto o ilustración de la experiencia del Sí Mismo que podamos haber tenido antes de la experiencia actual, puede llevarnos por mal camino si la tomamos por su valor aparente. Lo que es importante es no tratar de comprender de antemano cómo será la experiencia, pero para tener realmente tal experiencia, primero debemos identificarnos con el «Yo», y luego conforme el «Yo» en su ascenso hacia el Sí Mismo y volverse uno con Él. Para hacerlo, necesitamos por un lado, reconocer los aspectos que no son el Sí Mismo, en consecuencia, volvernos capaces de desidentificarnos de ellos una vez que nos distanciamos. Por otro lado, podemos cultivar y desarrollar un creciente sentido de identidad como el sendero que lleva al Sí Mismo, y al mismo tiempo mientras nos abrimos a, y comprendemos tanto como nos sea posible, el sentido de eternidad, infinito y universalidad, como aspectos que no ayudarán a avanzar en el camino.

Ya dije antes que la experiencia del Sí Mismo tiene una cualidad de paz perfecta, calma, serenidad, etcétera, pero estas no son cualidades en el sentido normal, son más bien estados que indican síntesis, totalidad, unidad.

Así que el Sí Mismo es en realidad tanto la fuente perfecta, inmutable e inextinguible, como el punto universal, omniabarcante de convergencia, de realización. Esta es sólo en la identificación con el Sí Mismo que podemos superar la sensación innata de separatividad y soledad que casi hemos llegado a aceptar como un aspecto inevitable del ser humano.

Para usar las palabras de Maslow:

 

«...ese estado fenomenológico especia en que cual una persona de algún modo percibe la totalidad del Cosmos o al menos su unidad e integración y de todo en él, incluyendo su Sí Mismo. Entonces sentirá que pertenece por derecho al Cosmos. Se vuelve uno de la familia en vez de un huérfano; entra, en lugar de estar mirando desde fuera; se siente simultáneamente pequeño a causa de la vastedad del universo, pero también un ser importante porque esta ahí por su derecho absoluto. Es parte del universo en lugar de ser un forastero o un intruso.» [7]

 

La identificación con el Sí Mismo libera de todas las limitaciones y restricciones de la vida personal, y –siempre que el superconsciente sea desarrollado adecuadamente– la libertad de actuar en el mundo a voluntad y como un agente libre, de acuerdo con la necesidad percibida, el propósito transpersonal, y para el mayor bien del todo.

Pero este elevado estado nos es de ninguna forma el último. Es la culminación de un ciclo que lleva al principio de uno nuevo, así como la semilla que germina en la oscuridad, empuja la tierra a su paso con gran esfuerzo, y emerge a la libertad de una nueva existencia en la luz y el espacio abierto. De manera similar logrando la identificación con el Sí Mismo, y la consciencia de universalidad, encontramos nuestro justo lugar en el gran todo, y haciéndolo entramos en un nuevo ciclo, que los sabios orientales han llamado «El camino de la evolución superior».

Hemos dicho que para tener una experiencia pura del Sí Mismo Transpersonal uno tiene que desidentificarse de aquello que no es el Sí Mismo; y para ser capaz de hacerlo, uno debe tener primero la experiencia del sí mismo personal, del «Yo».

Para esto debe utilizarse la voluntad: primero, adquirir la consciencia del «Yo» personal, identificarse con él, y segundo, llegar desde ahí hacia el Sí Mismo. Al mismo tiempo el Sí Mismo, por medio de la Voluntad Transpersonal, atrae y reabsorbe al «Yo» que éste emanó. Esto indica la acción coordinada del la voluntad personal y de la Voluntad Transpersonal. [8]

Como podemos ver en el diagrama, el «Yo» esta íntimamente relacionado con el Sí Mismo Transpersonal. Más percisamente, el «Yo» es una proyección o reflejo del Sí Mismo una avanzada del Sí Mismo en el mundo de la personalidad. Es importante hacer notar esto, porque el intento de alcanzar el Sí Mismo saltándose el «Yo» es un error, debido a un malentendido. Muchos, con las mejores intenciones, y con grandes dolores como resultado, tratan de destruir al «Yo» personal, el ego. Aquí encontramos una diferencia importante entre la psicosíntesis y otros métodos.

En la psicosíntesis sostenemos que nada debe ser condenado, destruido, o eliminado. Como dije anteriormente, «podemos beneficiarnos del uso de cada función o elemento de nuestra psique, siempre que entendamos su naturaleza y propósito, y lo pongamos en su justa relación con el todo».

Así el «Yo» no debe destruirse. La identidad personal es preciosa, es el resultado de un largo periodo de evolución, y ésta no puede ser desechada. Lo que debemos eliminar es nuestro apego a ella, porque el Sí Mismo personal debe ser devuelto a su fuente. Y, como hemos dicho, esto se hace a través de la coordinación y alineamiento del sí mismo personal con el Sí Mismo Transpersonal.

Un claro entendimiento de este proceso mostrará que tales tentativas de «matar al ego» no sólo no ayudan a su reunificación, sino que de hecho, van en la dirección opuesta. Esto lo afirma claramente el Lama Angarika Govinda:

 

«La individualidad no es sólo el opuesto necesario y complementario de la universalidad, sino el único punto focal a través del cual la universalidad puede experimentarse. La supresión de la individualidad, la negación filosófica o religiosa de este valor o importancia, sólo puede llevar a un estado de completa indiferencia o disipación, que puede ser una liberación del sufrimiento, pero una puramente negativa, pues nos priva de las experiencias superiores hacia las que el proceso de individuación parece apuntar: la experiencia de perfecta Iluminación, la Budeidad en la cual la universalidad de nuestro verdadero ser es conocida. El solamente «mezclarnos con el Todo» como «la gota en el mar», sin haber comprendido esta totalidad, es sólo una forma poética de aceptar la aniquilación y evadir el problema que plantea el hecho de nuestra individualidad. ¿Por qué el Universo habría de hacer evolucionar formas de vida y consciencia individualizadas si ésto no fuera consistente con o inherente al Espíritu mismo o Naturaleza del Universo?».[9]

 

Para el «Yo» alinear libremente su voluntad con la Voluntad del Sí Mismo Tanspersonal es una tarea de lo más difícil y un acto culminante, que sólo un «Yo» fuerte con una voluntad completamente desarrollada puede alcanzar, y para lo cual todos los actos previos de voluntad en el mundo de la personalidad pueden ser considerados, en cierto sentido, como una preparación y entrenamiento. Así la unificación del «Yo» con el Sí Mismo se vuelve posible sólo cuando el sentido del «Yo», de la identidad personal, se ha alcanzado con tal intensidad –y la correspondiente fuerza de voluntad– que puede libre y deliberadamente desidentificarse de las funciones de la personalidad y elevarse lo suficiente para provocar la correspondiente acción atractiva del Sí Mismo.

El lector quizá pueda en este punto objetar con razón que algunas personas han reportado experiencias indudablemente genuinas del Sí Mismo que ocurren más o menos inesperadamente, sin ningún esfuerzo del individuo. En este caso es el Sí Mismo Transpersonal quien inicia el proceso. El tema de quien inicia y quien responde puede ser engañoso. Aquí hablamos desde el punto de vista de la personalidad, que necesariamente es limitado y parcial. Desde el punto de vista del Sí Mismo –un punto de vista que no está limitado por el tiempo y el espacio, y es por lo tanto mucho más fiel a la realidad– el llegar al «Yo» desde el Sí Mismo, y la atracción del «Yo» por el Sí Mismo, son dos aspectos del mismo proceso rítmico, y por lo tanto no puede ser considerado por separado, sería mejor decir que ocurren simultáneamente.

Tales experiencias verdaderas y espontáneas del Sí Mismo son extremadamente raras, y por su misma naturaleza muy impredecibles. Así, el hecho de que ocurran es de un interés psicológico profundo, pero de poca ayuda práctica para la persona que está buscando un acercamiento y un camino que pueda seguir para su propio desarrollo en la esfera transpersonal.

Además tales experiencias espontáneas son usualmente de corta duración, aunque sus efectos puedan ser dramáticos y beneficiosos. Típicamente dejan a la persona con un anhelo intenso de «regresar», de volver a tal estado de consciencia. Entonces uno se inclina a comenzar una búsqueda activa del «camino de retorno».

Esta fase es crucial y a veces bastante penosa. Es quizá durante este periodo que se está más propenso a desviarse, y a encontrarse repetidas veces en un callejón sin salida. Las experiencias espontáneas tienden a ocurrir con un pequeño o ningún esfuerzo, mientras la persona esta ocupada en actividades completamente inconexas. Pero a menudo se puede asumir inconscientemente que fue dicho comportamiento inconexo lo que causo tal experiencia, y luego en un intento por replicarla, se puede tratar de «averiguar lo que hice» para hacer que pasara, y como resultado se pierde mucho tiempo y se va a extremos peligrosos, intentando reproducir las condiciones en las cuales ocurrió la experiencia. O recordado el estado de paz, de serenidad, de Ser que alcanzó en el punto más alto de la experiencia, también se puede decidir reducir al mínimo, o suspender las actividades de la personalidad, considerándolas un elemento distractor, o antitético al estado que está tratando de alcanzar. Semejantes intentos se han vuelto cada vez más comunes hoy en día, y son la distorsión de una actitud que es válida y apropiada a su propio nivel.

Esta actitud correcta puede ser mejor ilustrada por la epopeya simbólica de Wagner del Grial. [10] Titurel, el caballero, asciende a la montaña con mucho esfuerzo y valor. Entonces, después de haber alcanzado la cima, pasa la noche en oración, rogando por inspiración, y espera en silencio. En respuesta a su plegaria, una hueste de ángeles (símbolo del supercosnciente) aparece, y le entrega la Copa (el Grial, símbolo del Amor transpersonal) y la Espada (Símbolo del Poder y la Voluntad Espiritual). Vemos primero la fase activa, y luego la fase receptiva. Esta secuencia es esencia. El caballero que deja el mundo detrás y asciende a la montaña con mucho esfuerzo es el símbolo del «Yo» que primero se desidentifica de todos los aspectos y funciones de la personalidad, y luego, por un acto de voluntad, asciende tan cerca como le es posible del Sí Mismo. En la cumbre asume una actitud receptiva, contemplativa, a través de técnicas de meditación, contemplación y silencio. [11] Y esto, ejecutado correctamente, puede llevar a la afluencia del superconsciente (que transmite a la personalidad la necesidad de cualidades transpersonales) [12] y luego el contacto con el Sí Mismo. Así debemos primero «alcanzar la cima», luego asumiendo la actitud interna adecuada, volvernos silentes en todos los niveles de la personalidad, pero desde un punto focal de tensión orientado hacia arriba.

Un error común es tratar de suspender toda actividad antes de haber alcanzado la cima, o incluso antes de haber empezado a escalar. Lo cual puede hacer que nos abramos a influencias indeseables o peligrosas, y en todo caso, es un estado de pasividad que puede llevarnos al estancamiento. El error opuesto es mantenerse en el intento de subir, u olvidarse de mantener la atención arriba, luego de haber alcanzado la cima de la montaña. Entonces el «ruido» de nuestras actividades físicas, emocionales y mentales impiden que escuchemos y nos volquemos hacia los «sonidos» más sutiles de la esfera transpersonal.

Una vez más, ni la actividad ni la receptividad han de ser rechazadas; ambas son útiles, incluso necesarias, siembre que se comprenda su función y se empleen cada una en el momento y lugar apropiados.

Hemos dicho que el «Yo» es una proyección, una avanzada del Sí Mismo, y que existe una conexión permanente entre los dos, a través de la cual puede fluir la energía. Cuando se alcanza una buena cantidad de autoconsciencia, entonces hay corrientes de energía que fluyen desde el Sí Mismo Transpersonal hacia el «Yo». Esto, nuevamente, es diferentes de la energía que proviene de de los niveles superconscientes, pues éstos no brindan un contenido específico o intuiciones verdaderas.

Estos son acercamientos del Sí Mismo Transpersonal y se experimentan como una intensificación de la autoconsciencia. Esta experiencia da un agudo sentido de autoconsciencia que está acompañado de una sensación de gozo. Sat Chit Ananda. «Tu eres Eso» (Chandogya Upanishad 6:8:7).

Para el Sí Mismo Transpersonal es realidad; es de la misma naturaleza que la Realidad Universal. Por lo tanto, esta energía esta cargada de poder y gozo, sin ningún contenido definido. Por esta razón la realidad última a la cual pertenece ha sido descrita en términos de pureza. Es la ausencia de cualidad específica, a la que se llega a través de la armoniosa síntesis de todas las cualidades (exactamente como la luz blanca, la ausencia de color, es la combinación de todos los colores en la proporción correcta). Es este vacío, en el sentido positivo, la «Seidad del Vacío», un vacío que contiene a toda vida, al cual todo pertenece, y donde todo se combina.

Este es el verdadero contacto con el Sí Mismo. El resto es contacto con el superconsciente.

El Sí Mismo carece de dimensiones; es tanto un punto geométrico que no ocupa espacio alguno, como el cero y el infinito, el «Punto Laya», el «Motor Inmóvil» de Aristóteles. E irradia líneas de energía, emana un campo energético. Un aspecto de esta energía se extiende al superconsciente, otro se extiende hacia el «Yo». La relación entre el Sí Mismo y el «Yo» es directa, en la cual el Superconsciente no tiene que ver. Uno debe aprender a pasar a través de la esfera del superconsciente sin ver a la derecha o izquierda, por así decirlo, y es muy difícil, porque es demasiado tentador, y es comprensible. Pero uno debe recordar que ese encanto puede constituir una «experiencia cumbre» de las que Maslow hablaba.

Por otro lado, el superconsciente es de la mayor importancia en nuestro desarrollo, y su vital importancia necesita ser apreciada y entendida, porque paralelamente a la creciente intensidad de la autoconsciencia –que puede considerarse un ascenso, o progreso en dimensión vertical– necesita haber experiencia, expansión y expresión en todos los niveles, a lo largo de la dimensión horizontal–.

Incluso al nivel de la personalidad no podemos, o no deberíamos, vivir en la pura autoconsciencia del «Yo». El «Yo» crea su personalidad. La psicosíntesis personal es justo eso –la creación de una personalidad completamente armónica e integrada por el «Yo», el sí mismo personal–. El «Yo» debería ser capaz de expresarse a sí mismo en todos los niveles de la personalidad, debería utilizar todas sus energía y funciones sin forzar la identificación con ninguno de ellas, siendo libre también de estar completamente desidentificado o parcialmente identificado con cualquier función o grupo de funciones, en cualquier momento y a voluntad, de acuerdo con sus propósitos. El sí mismo personal tiene que hacer uso de sus cualidades a lo largo de su desarrollo y crecimiento, tiene que expresar su poder, su voluntad e impregnar el pequeño universo de la personalidad mientras permanece en el centro.

De manera similar el Sí Mismo Transpersonal en su propio nivel debe usar al superconsciente como su vehículo de expresión y experiencia, como un medio a través del cual su energía es «transformada» o «aminorada» de una forma que pueda ser utilizada por la personalidad. Tales transformaciones o aminoramientos de la energía son muy comunes, en la naturaleza y también en los aparatos hechos por el hombre. Los transformadores eléctricos y las palancas de velocidades de los automóviles y bicicletas realizan exactamente esta función. En la naturaleza, cuando la poderosa y letal radiación (rayos Gamma y rayos X) emitida por el Sol alcanza la atmósfera de la Tierra, ésta interactúa con electrones libres de un proceso llamado Efecto Compton y es disminuida a la luz visible y el calor que es vital para el mundo biológico.

Este es el curso normal de la evolución, un curso que lleva a incrementar la salud y la integridad. Justo como los procesos altamente desarrollados del superconsciente sin el desarrollo correspondiente del sentido de identidad puede ser abrumador, y nos «arrasan», e incluso en casos extremos nos regresan a la consciencia de masa, así una irrupción prematura de energía directa del Sí Mismo, sin la capacidad de canalizar la energía al y a través del superconsciente puede producir desbalances y desorientación y, en casos extremos, psicosis. La intensidad es demasiado elevada y los medios para entender y asimilar la experiencia en relación con la consciencia diaria, y de actuar conforme a ella, no están disponibles. La experiencia del Sí Mismo permanece inconexa y esto puede causar una sensación de división necesariamente dolorosa, y un falta de comprensión o falta de medios de expresión en el mundo –la sensación es casi como de estar discapacitado–. En casos extremos puede darse un rechazo del mundo cotidiano como si fuera irreal. Esta es una confusión básica de la experiencia: el mundo es real. Lo que no es real es nuestra percepción de él, como lo demostraron los físicos al principio del siglo. Demostraron que lo que percibimos como materia sólida es en realidad en su mayoría espacio vacío, en el cual los átomos –que son remolinos de energía– interactúan en distancias proporcionales a las estrellas de nuestra galaxia.

En el polo opuesto, puede haber una confusión de niveles donde luego de la experiencia uno cree que sigue identificado con el Sí Mismo cuando en realidad nuevamente ha descendió al nivel del «Yo». Esto puede causar un «engrandecimiento del yo», sentimientos de omnipotencia, y en casos extremos de individuos que, hablando desde el sí mismo personal dicen «Yo soy Dios», atribuyendo así al «Yo» una naturaleza espiritual que pertenece propiamente al Sí Mismo.

Pero cuando paralelamente a la búsqueda del Sí Mismo, las funciones y procesos superconscientes también son desarrolladas, y entonces hay un seguro, saludable e inmensamente provechoso sendero a través del cual la energía puede fluir. Entonces uno puede usar la compasión y la sabiduría, así como la fuerza, el poder y la voluntad: la fuerza y el poder de expresar compasión de acuerdo con la sabiduría; la sabiduría y la compasión para usar el poder para el mayor bien.

 

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Referencias

[1] C. G. Jung, Contributions to Analytical Psychology, Harcourt, Brace, New York, 1928 p. 147. [regresar]

[2] Cfr. «Identification Exercise», Psychosynthesis Institute, Redwood City, Calif.; también R, Assagioli, Psychosynthesis: A Manual of Principles and Techniques, Viking, New York, 1971, pp. 116-125. [regresar]

[3] R. Assagioli, The Act of Will, Viking, New York, 1973, Appendix V, «Differential Psychology» p. 288. [regresar]

[4] Sarvepalli Radhakrishnan «Human Personality», en Clark Moustakas (Ed,), The Sí Mismo, Harper and Row, New York, 1956, p 118. [regresar]

[5] S. Vargiu, «Psychosynthesis Case Studies», Psychosynthesis Institute, Redwood City, Calif., 1971, p. 15. [regresar]

[6] K. Durkeim, «Horror Vacui - Benedictio Vacui», Hermes, N. 6, 1969, p, 63, ff. [regresar]

[7] A. Maslow, The Farther Reaches of Human Nature; Viking, New York, 1971, p. 277. [regresar]

[8] R, Assagioli, supra nota 3, capítulo 9, «The Transpersonal Will». [regresar]

[9] A. Govinda, The Way of the White Clouds; Shambala Publications, Berkeley, Calif., 1970, pp, 124-125. [regresar]

[10] R. Assagioli; Psychosynthesis: A Manual of Principles and Techniques, Viking, New York, 1971, pp, 208- 211. [regresar]

[11] R. Assagioli, supra nota 3, Apéndice II, «Meditation». [regresar]

[12] Cfr. «Evoking and Developing Desired Qualities», Psychosynthesis Institute, Redwood City, Calif. [regresar]

 

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El Superconsciente y el Sí Mismo

Fuente: The Psychosynthesis and Education Trust, London

Inglés: Kentaur Træning

Editada por la Fundación «La Piedra Angular» (en curso)
30 Mayo 2009

 

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